A Paco se le antojó especialmente dolorosa la operación de cirugía estética facial a la que había sido sometido. No fue un capricho. Fue mera necesidad surgida de su accidente laboral. Y si la intervención se mudó en auténtico calvario, del postoperatorio mejor no hablar. A todo ello había que añadir la ansiedad que le produjo el hecho de que el cirujano fuera su cuñado, un auténtico cabroncete con el que nunca se había llevado bien… Pero todo eso pertenecía ya al pasado. Así que Paco, recién separado, recuperado felizmente y con una cara nueva, se había empecinado en ser feliz. Con tal fin, y una vez obtenida el alta, había programado un corto viaje de placer a Madrid. Sólo le quedaba una pequeña espinilla clavada: la prohibición de mirarse al espejo y contemplar su nuevo rostro. En eso, su cuñado, cirujano, había sido tajante: "No debes verte hasta que haya transcurrido un mes. Razones de salud mental" –le había espetado-. Paco le había dado su palabra y él era y sería, siempre, un hombre de honor…
Ya en el Aeropuerto se preguntó cómo sería… Pero algo realmente extraño le distrajo e inquietó. Todo el mundo le miraba con sorpresa y odio… "¡Serán las cicatrices!" –especuló-. La sorpresa aumentó cuando, ya en el avión, se dio cuenta de que estaba solo, de que no había ningún otro viajero (nadie había deseado viajar con él, según las agrias explicaciones de la azafata). Pasó el tiempo y, cuando comenzaba ya a tranquilizarse, oyó, de pronto, la voz del capitán, que se le antojó terrorífica: "Oye, tú, capullo de mierda, ¿sabías que mi hermano es controlador aéreo?". A partir de ese momento el avión comenzó a danzar una frenética zarabanda marcada por bruscas subidas y bajadas… Paco sintió cómo la muerte le acariciaba…
De aterrizar, aterrizó… ¡UF! Y luego, natural, lo típico: ir a por las maletas. Las suyas se habían perdido. El responsable del servicio, y ante su reclamación, se lo quedó mirando y tras variopintos insultos le hizo un corte de mangas… Ningún taxista quiso atenderle… Ya en el autobús, las miradas fueron, nuevamente, hostiles. La gente murmuraba a su alrededor… ¡UF! Paco se pellizcó. No era un sueño… Junto a la Cibeles un grupo le denominó separatista y le agredió… En la Puerta del Sol cuatro profesores de secundaria le llamaron ladrón y un mileurista le escupió… Atónito, se refugió en un bar de jubilados. Al verlo se levantaron todos a una y le propinaron una antológica paliza con sus bastones… ¡Angelitos! Incluso una anciana señora le lanzó con precisión y visceral odio su dentadura postiza… Paco volvió a pellizcarse…
Ya en la calle, un matrimonio con un bebé le dijo no sé qué de un cheque e intentó zancadillearle… ¡UF! Buscó asilo, final y desesperadamente. ¿Qué estaba ocurriendo? Se coló en unos estudios de televisión, (¿"Intereconomía" rezaba el "logo"?) pero percibió que allí tampoco era bien recibido… Lesionado, aterrorizado, asustado entró a hurtadillas en los servicios de un bar. ¡UF! Sin poder evitarlo vio finalmente su nuevo rostro en el espejo. Era el vivo retrato de Rodríguez Zapatero.
Y es que su cuñado, cirujano, siempre había sido un auténtico cabrón…
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