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El dique de Son Blanc fue un parto prematuro, por la debilidad técnica del proyecto inicial. La improvisación se ha arrastrado durante el desarrollo de la obra, en sus costes y en aspectos de gran importancia para la seguridad de las maniobras de acceso al puerto. Ahora se llega a un punto en que pueden pararse las obras mientras se elabora un nuevo informe de impacto ambiental debido a que la prolongación del dique en 80 metros afectará a una pradera de posidonia. Esta cuestión ha conseguido abrir heridas en partidos que no han digerido su voto favorable al dique. Ahora no es el momento de replanteamientos, sino de tomar decisiones para que la construcción de esta importante infraestructura no se demore. Tiene razón el presidente del Consell, Marc Pons, cuando define esta prioridad. La ampliación con dos nuevos cajones y el preceptivo informe de impacto ambiental es una cuestión técnica y hasta ahora se han tratado en un ámbito principalmente político. Los miembros de la Comisión Balear de Medio Ambiente deberían preocuparse de remover los obstáculos para que el proyecto concluya lo antes posible. El impacto medioambiental de la obra es evidente desde su concepción e irreversible. Ahora no es momento de revisiones, sino de soluciones.