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Con menos entusiasmo y más problemas que nunca, la Unión Europea celebra 60 años de camino. Desde una perspectiva histórica, no cabe duda de que los avances son enormes, impensables unas décadas atrás, hay una estructura institucional sólida, órganos propios, política exterior común y amplia capacidad de decisión en los ámbitos legislativo, ejecutivo y judicial. La caída del telón de acero ha permitido ampliar su horizonte e integrar a los países del Este, lo que un día fue poco más que un sueño hoy es una realidad palpable.

Sin embargo, el proyecto europeo parece haber perdido las referencias de su horizonte y el empuje de su dinamismo.

La frustrada constitución europea, en lo político, y las dificultades derivadas de la actual crisis, en lo económico, constituyen dos ejemplos de un ciclo de incertidumbre entre la sociedad europea. El aniversario llega en el peor momento del euro y en plena agitación de los mercados, que ha motivado la reunión de los ministros de finanzas en busca de un mecanismo que afiance la moneda única y de estabilidad a las economías de la UE. Son los retos de los nuevos tiempos y superarlos será sin duda la mejor celebración del Día de Europa.