Es Pascua de Resurrección. Y tu casa se muda en una especie de museo por el que nadie, salvo tú mismo, sentirá, probablemente, el más mínimo interés. Los objetos que lo pueblan carecen de valor aparente, no están catalogados, ni son –ni serán- objeto de estudio alguno. Básicamente se reducen a fotografías presas de una insalvable ictericia; a recuerdos que yacen en rincones –igual que en tu corazón- y cuyo mensaje sólo tú puedes descifrar; a objetos incluso rotos pero con una carga afectiva enorme. Y rotos por partida doble.
Porque se identifican con ausencias y porque, físicamente, también lo están… Por eso esa no es tu casa, es tu hogar… Y, así, de pronto, aparece el retrato de tía Dulce, la eterna solterona que ejerció de segunda madre y que se moldeó con bondad y ternura. La misma que, incansable al desaliento, te/os compraba caramelos "llargs" y esa pequeña palma con la que, en su compañía, recibías a un Jesús eternamente vitoreado en Domingo de Ramos.
El mismo Jesús vapuleado días después. Cada rincón se disfraza de galería, después de todo: tus padres, de quienes recibiste la vida, la fe, el amor; los vacíos en rostros que se asoman, inesperadamente, redivivos, cuando abres un cajón; los viejos discos de vinilo que ya no escucharás; los diarios en los que dejaste un sin fin de insensateces, etc. Suele ocurrirte, siempre, en Domingo de Resurrección, anualmente, inevitablemente…
- ¿El qué? –te inquiere Roig-
- Abandonarte a la nostalgia… Tal vez no sea más que el subliminal anhelo de que todo también, junto a Jesús, resucite hoy…
- Y de hecho lo hace… En los sentimientos…
- En los sentimientos, Roig, en la memoria…
Y, en un recodo, anacrónica, pero, la realidad presente. Entre los titulares de una primera página, entre corruptelas varias, reaparece el tema de los sacerdotes pederastas…
- La pederastia, Roig, es vomitiva, execrable. Y aún más cuando quien la ejerce es un sacerdote, o un pediatra, o un profesor, o un entrenador de fútbol… En esos casos, Roig, la profesión y/o vocación deberían mudarse, penalmente, en un agravante feroz. Penal y moralmente.
Roig asiente. A él le repugnan –como a ti- no sólo los sacerdotes pederastas, sino también quienes favorecieron esas iniquidades con su silencio u omisión… Pero –y como contrapartida- en esa Pascua feliz y eternamente repetida, no puedes impedir –ni lo deseas- que tu mirada se vuelva hacia esos otros sacerdotes buenos -¡multitud!- y que te han ido acompañando a lo largo de tu vida. A X, de quien recibiste la Primera Comunión y que te enseñó a no devolver el golpe. A Y, que te dio a conocer las Bienaventuranzas, las que se acomodaron en tu alma, haciendo de ella perpetua morada. A Z, que te mostró –con hechos- el difícil arte del perdón. A P, que te regaló tiempo para escucharte y aconsejarte. A G, que te administró el espléndido sacramento de la reconciliación. A F, que te dio la mano en un momento especialmente difícil de tu vida. A H, porque te mostró como única e inequívoca ruta la que conlleva un estar al lado del débil. A L, que te supo levantar tras cada fracaso, generalmente diario. A …
Cada letra se corresponde con un nombre concreto, aún sin comenzar por ésta. Algunos están aún a tu lado. Otros se te anticiparon. Y es justo, hoy, reconocerles su honestidad, su entrega, su coherencia, su limpieza, su ejemplo…
- Hay sacerdotes pederastas y profesores pederastas y pediatras pederastas y entrenadores pederastas… Para ellos exijo, Roig, la mayor dureza moral y penal, repito. Pero no por ello dejaré de creer en mi Iglesia, en la enseñanza, en la medicina y en el deporte… Porque los que abundan son los buenos sacerdotes, los buenos profesores, los buenos pediatras, los buenos entrenadores, los…
- Buenos sacerdotes…
- Buenos sacerdotes… Son multitud. Y no es de recibo meterlos a todos dentro de un mismo y nauseabundo saco…
- Yo no lo haría…
- Lo sé, Roig, lo sé…
- ¿Gratitud?
- ¡Gratitud! Por infinidad de cosas. Pero, por encima de todas, por una: la de haberme dado a conocer la ternura y el amor sobrecogedores de Cristo.
- Y es que, después de todo, es Pascua de Resurrección…
- Lo es, Roig, lo es…
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