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Pep Mir
Desde la Administración se ha definido la retirada de las vacas de la Fira del Camp como una forma de protesta irrespetuosa, inoportuna y extremista. Quizá tengan razón, pero es que hasta hoy las formas de protesta respetuosas, oportunas y moderadas se han caracterizado por tener pocas posibilidades de prosperar. Una protesta quiere llamar la atención, tener impacto en la ciudadanía, y está claro que si un malestar se manifiesta por cauces reglamentarios y sin efectos colaterales se queda, con algo de suerte, en un titular de prensa y un "tomo nota" ornamental. La participación ciudadana puede ser impulsada desde la administración pero no debe ser exclusivamente guiada por la administración, porque entonces sólo es una farsa anestesiadora. Las demandas sociales, si se presentan de forma reglamentaria, oportuna y moderada, corren el riesgo de politizarse o de perderse en la tramposa red de promesas, estudios, comisiones y planes. Y si no que se lo pregunten a las escuelas de adultos, a los motocrossistas, a los pasajeros, a los alumnos de Primaria de Alaior, Maó o Sant Lluís, a los piscineros, a los vecinos de la variante virtual, a los pacientes impacientes y a muchos otros colectivos.
Nunca hay que ser violentos ni causar perjuicios graves, pero está claro que para llamar la atención con una protesta no hay más remedio que tocar las narices a alguien.