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Nicolás Maduro ha vuelto a ser proclamado presidente de Venezuela, pero sin aportar las pruebas de su triunfo electoral, que sigue en entredicho. El chavismo se blindó con un gran despliegue militar y el cierre de las fronteras, mientras en el país se sucedían las acusaciones de fraude. Mientras la oposición espera otro intento para alcanzar el poder, los analistas advierten de que la posibilidad de un baño de sangre o una guerra civil son cada vez mayores. El Gobierno de Maduro quería evitar que el opositor, Edmundo González, llegara al país. Incluso se desplegaron escuadrillas de cazas aéreos y sistemas rusos de misiles antiaéreos por si González intentaba entrar en el país en un avión. Al mismo tiempo, Donald Trump tomará posesión de su cargo en la Casa Blanca y son muchas las incógnitas sobre cuál será la posición de Estados Unidos con respecto al régimen de Caracas. El nuevo mandato de Maduro llega precedido de gravísimas acusaciones sobre la vulneración de los derechos humanos en Venezuela y la persecución sistemática de muchos opositores que piden unas elecciones limpias. El G-7 ya ha denunciado la «falta de legitimidad democrática» del nuevo Gobierno y se ha denunciado la desaparición del director de una ONG. El horizonte está más negro que nunca.