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El alto nivel de vida y el precio de la vivienda, cada vez más inasequible en Balears, acentúa una tendencia detectada hace ya meses: el éxodo de familias de las Islas hacia la Península para conseguir unas condiciones más asequibles. Un fenómeno que va in crescendo. Toda Menorca se ha contagiado de esta gran burbuja inmobiliaria y, por ejemplo, el alquiler de un piso que hace pocos años costaba 350 euros al mes ahora asciende a 1.200. Una cantidad inasumible para muchas familias. En Galicia y Asturias se pueden adquirir viviendas más espaciosas y con más terreno que en Balears por cantidades que aquí consideraríamos bajas. Es lógico que una parte de la población no tenga otra opción que emigrar en busca de un futuro mejor.

Hay que añadir una circunstancia preocupante: entre estos exiliados se encuentran valiosos profesionales, desde médicos y funcionarios a emprendedores, policías nacionales y guardias civiles que no pueden costearse una vivienda digna en el Archipiélago o se niegan a pagar las cantidades desorbitadas que se piden por ella. Una buena medida para contener esta explosión inmobiliaria es la construcción de nueva vivienda pública, con precios asequibles, pero los plazos de entrega son lentos y hay poco suelo disponible. Estas Islas corren el riesgo de morir de éxito si no se actúa ya.