Corresponde al presidente del Parlament ostentar la representación de la primera institución de Balears, asegurar la buena marcha de los trabajos en la Cámara, dirigir los debates, mantener el orden, y cumplir y hacer cumplir el reglamento. Estos son sus deberes y responsabilidades que configuran un alto perfil institucional. El presidente del Parlament ha de combinar el fair play con la máxima neutralidad para amparar el trabajo y las funciones de todos los diputados.
Pero Gabriel Le Senne vulneró ayer todos estos principios, demostró un talante autoritario y protagonizó un lamentable escándalo que deteriora la buena imagen del Parlament. Le Senne perdió ayer los papeles, actuó como un iracundo y colérico diputado de Vox en lugar de actuar con serenidad y decoro -como exige el reglamento que el mismo debe aplicar y que incumplió de manera flagrante- y se ganó el reproche de todos los grupos parlamentarios.
Es el segundo episodio conflictivo que protagoniza tras rechazar la bandera Lgtbi en la fachada del Parlament. Le Senne ha de medir sus gestos, sus palabras y sus acciones. Ha de actuar como presidente, o sea árbitro moderador, de todos los diputados y no puede dejarse llevar por sus impulsos o derivas ideológicas. No puede crispar ni dañar la institución que preside, lo que implica actuar con talante democrático y sereno.