Estados Unidos ha bombardeado instalaciones y objetivos proiraníes en Siria e Irak en respuesta al atentado que mató a tres marines norteamericanos e hirió a otra veintena en una base de Jordania. Es el momento de mayor tensión derivado de la guerra en Gaza, al enfrentar a la mayor potencia del mundo con Irán, que ya ha demostrado que su maquinaria bélica es temible, incluso para una gran potencia occidental. El avispero de Gaza amenaza con incendiar toda la región y llevar a Oriente Medio al borde del abismo, con consecuencias imprevisibles.
Los salvajes atentados de Hamás del 7 de octubre, que provocaron la muerte de más de 1.200 israelíes, entre soldados, policías y civiles, provocaron la durísima reacción del primer ministro Netanyahu, cuyas tropas siguen destruyendo Gaza. Ha disparado todas las alarmas por el sufrimiento de la población civil y la posibilidad de que el fuego se propague a otros países. Los grupos terroristas de la región, como Hamás y Hizbulá -que domina desde hace lustros El Líbano-, están financiados y armados por el régimen chií de Teherán, cuyos ayatolás utilizan estas tropas paramilitares para desestabilizar a los países vecinos. No está claro que Irán se atreva a entrar directamente en la guerra contra Israel o EEUU. Las consecuencias serán absolutamente devastadoras.