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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se reunió ayer en Rabat con el rey Mohamed V de Marruecos, un encuentro que normaliza las relaciones diplomáticas entre los dos países a costa del cambio radical de España con respecto a la reivindicación de la independencia del pueblo saharaui.

España ha abandonado su posición tradicional de apoyo a la celebración de un referéndum sobre la autodeterminación del Sahara occidental, mantenida durante décadas, por la fórmula de la autonomía del territorio; como proponía el Gobierno marroquí. El cambio ha supuesto la crisis más seria entre el PSOE y sus aliados, en especial con Unidas Podemos y, al mismo tiempo, la apuesta más arriesgada de la diplomacia española de los últimos años.

El regreso de la embajadora de Marruecos a Madrid y la apertura de las fronteras de Ceuta y Melilla son los resultados de la reanudación de las relaciones diplomáticas entre ambos países, suspendidas hace un año cuando España permitió la asistencia sanitaria del líder saharaui. Queda por determinar cómo evolucionará a partir de ahora  el clima político entre España y Marruecos, porque nada se sabe de la renuncia de las aspiraciones del Reino de Marruecos sobre las dos ciudades españolas en el norte de África. Tampoco cómo se resolverá la cuestión migratoria, otro de los puntos de fricción más graves.