El portavoz del Govern sobre la pandemia en Balears, Javier Arranz, pidió ayer a la población que se abstenga de salir a cenar y mantener reuniones sociales. Al mismo tiempo anunció el aumento de los contagios durante las próximas tres o cuatro semanas. Su petición se produjo apenas 24 horas después de que se redujese el toque de queda hasta la medianoche, en respuesta a la petición de los empresarios de la restauración para evitar más pérdidas económicas.
La incoherencia de estos mensajes resulta tan llamativo como alarmante por lo que supone de descoordinación entre los gestores de la lucha contra la pandemia en las Islas. Hasta el sábado el Govern descartó un toque de queda en Balears; la declaración del estado de alarma debía ser un colchón jurídico en función de la evolución epidemiológica.
Pero el Gobierno central impuso el toque de queda. La improvisación en la primera ola de contagios persiste en la segunda. En Balears se prevé para las próximas semana un importantísimo repunte de los contagios en Balears, que triplicará la tasa actual. Pero se constata la ausencia de una hoja de ruta clara sobre cómo atajar el problema. La sensación de desconcierto es inevitable ante este escenario.