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Por suerte o desgracia, yo creo que por suerte, vivimos en esta nuestra querida Menorca, aislados del resto del mundo, pero fuertemente relacionados con él, ya que, de lo contrario, nuestra vida no pasaría de ser de pura subsistencia. Años ha, la base de la economía menorquina era industrial: calzado y bisutería. Nuestro mercado era exterior, y teníamos que buscarlo. Pero el mundo ha evolucionado y, por diferentes causas, estas industrias han devenido no competitivas, y, para subsistir, como otras tantas veces, Menorca ha tenido que cambiar sus horizontes, y su economía depende casi exclusivamente de la atención a clientes foráneos, que llegan de forma masiva atraídos por nuestro sol, la tranquilidad y belleza de la isla y su capacidad de confortable acogida.

En su mayor parte, tienen que llegar por vía aérea, ya que provienen de toda Europa. El aire y el avión son nuestra autopista. Y es lo que aprovechan las dos únicas compañías aéreas que mantienen el monopolio del tráfico aéreo.

Desde hace muchos años estoy en el mundo de la empresa. Y siempre he convivido con el problema de la falta de actividad durante los meses que hemos dado en llamar de baja temporada, seguido de otros tres meses que unos considerarán normales, y que tal vez otros la considerarán excesiva. Acortar en unos tres o cuatro meses anuales esta baja temporada, es opinión general que sería la panacea que resolvería este problema que ahoga nuestra economía.

Hace unos tres años, comentaba este hecho con mi amigo Mariano Bendito, empresario ciutadellenc residente en Inca, y estuvimos completamente de acuerdo en que sería una gran solución a este problema, la creación de una compañía de aviación comercial propiedad de menorquines, ya fuera privada o de la Administración insular.

Una compañía cuyo objetivo no fuera su cuenta de resultados, sino dar servicio no tan solo a los residentes en Menorca, sino a su economía. Una compañía que con aviones pequeños, cubriera líneas que conectarán, además de Mallorca y Barcelona, ciudades españolas y europeas no servidas por los circuitos ya cubiertos por los grandes touroperadores. Mariano, con el entusiasmo que le caracteriza, y acompañado de su hijo Enrique, emprendieron personalmente la tarea de poner los cimientos a este sueño. Y a su costa, viajaron a Holanda, para contactar con la antigua fábrica de aeronaves Fokker, y a Inglaterra para hacerlo con la compañía De Havilland, actualmente dedicada al alquiler de aviones.

Allí expusieron su idea, que analizada en su aspecto económico por los expertos de la compañía holandesa, pareció en principio viable. Entonces encargaron un proyecto técnico y económico. Fokker lo realizó a conciencia, y al cabo de un año, lo entregó terminado después de varias rectificaciones requeridas por Mariano. Provistos de este valioso y costoso documento, emperezamos nuestras gestiones con las autoridades de Menorca. Y aquí comenzó nuestro calvario. En primer lugar, solicitar audiencia al Consell. Una vez conseguida, presentar y explicar el proyecto al conseller de turno, y hacerle ver que no se trataba tan solo de facilitar billetes más baratos a los menorquines, sino de conseguir líneas con ciudades importantes españolas y europeas, que atrajeran a visitantes en baja temporada para resolver el problema de la estacionalidad.

Fue arduo hacerle comprender, como a los políticos, que la solución del descuento del 50 por ciento a los residentes, es una burda falacia, que cuesta al Estado de 3 a 4 millones anuales, y hace inaccesible Menorca por aire a sus visitantes. Este descuento resuelve el problema económico a menorquines y residente, a expensas del Estado y no de las compañías. Enterarle de que para crear la compañía, que proponíamos llamar Menorca Air, se necesitaban solamente unos 8 millones, cantidad que la Administración recuperaría en menos de dos años, por el ahorro que le supondría la eliminación de dicho descuento.

Que con éste, se podrían pagar sobradamente las tasas de AENA, y hacer que la nueva compañía no lo pagara. Que el prestigio internacional de la marca Menorca sería incuantificable.

A la vez de nuestras gestiones con el Consell insular y Ayntamiento de Ciutadella, dimos a conocer el proyecto a todas las Pimes de Menorca, y personalmente, a los más representativos empresarios de turismo e industriales de Menorca, y a la opinión pública en general. A alguien le pareció un tanto utópico, pero la mayoría lo creyó altamente interesante. Fue tan popular el tema, que ya era conocido como ets avions d'en Llorenç Moll.

Agotados de reuniones durante dos años con tanto político, y recibir de todos promesas de dar a nuestro proyecto la mayor atención, promesas que luego se convertirían en el silencio de los muertos, decidimos con Mariano dar a nuestro empeño otra orientación.

Ofrecer al Consell, a cambio de que nos consiguiera de Aena horarios convenientes para nuestros vuelos, crear Menorca Air como sociedad anónima, con un capital inicial conseguido con la emisión de acciones de 1.000 euros, cantidad totalmente asumible, a suscribir por el empresariado menorquín y la sociedad civil. Una compañía cien por cien privada, no sujeta a los consellers de turno. Con criterios empresariales y no políticos.
A los accionistas se les podía ofrecer ventajas en el coste del billetaje, desplazamientos de estudiantes, enfermos y viajes de empresa.

De nuevo, recibimos promesas de estudiarlo, seguidas del más sepulcral silencio. Un inversionista extranjero, muy vinculado a Menorca, quería suscribir el 51 por ciento de las acciones, pero descartamos la oferta, ya que suponía dar el gobierno de la compañía a manos no menorquinas.

Por todo ello, ante esta falta de apoyo y atonía de nuestros políticos insulares, ets avions d'en Llorenç Moll, ya cansados antes de empezar a volar, se despiden de la sociedad menorquina y de sus políticos, con la conciencia y satisfacción de haber cumplido un deber ciudadano. Nuestro proyecto técnico y económico, elaborado por Fokker y financiado a nuestras expensas, totalmente viable, queda a disposición de cualquier empresario que tenga los mismos criterios que nosotros, y esté dispuesto a no cansarse.