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Desde hace años, un grupo de amigos nos reunimos en una caseta «cova» para comer o desayunar, quincenalmente si no hay imprevistos. Esta preciosa cala, desde siempre me ha encantado, por sus aguas frescas y tranquilas, edificaciones acordes con el entorno, en fin una pasada.

Recuerdo que mi malogrado amigo Emili de Balanzó, que era habitual en los Bucaneros, de cala Binibeca, me había comentado que un conocido suyo era el famoso escultor vasco Eduardo Chillida, junto con su esposa Pilar Belzunce habían comprado la finca Quatre Vents, que había pertenecido a Estanislao Basora, futbolista del F.C. Barcelona, un enamorado de nuestra Isla; estaba ubicada entre Alcaufar y S'Algar.

«El matrimonio imaginaron, idearon y compartieron ambos dos proyectos que les entusiasmaban: un taller y una torre-escultura.

El artista construía las esculturas móviles inspiradas en la espiritualidad y el misticismo de San Juan de la Cruz mientras dibujaba aquella torre-escultura en la costa de Menorca, inspirada en las taules y los talaiots, para rendir homenaje a la luna, cuyos rayos nocturnos atravesarían los espacios abiertos.

Todos aquellos proyectos menorquines se frustraron porque las restricciones urbanísticas los impidieron. Los Chillida-Belzunce se sentían incomprendidos en esta isla que no les entendía ni valoraba la gigantesca capacidad creadora del autor de «El peine del viento».» (sic). Vatuadell cent llamps, si los de Dalt la Sala, de Sant Lluis, en vez de poner impedimentos, hubieran puesto una alfombra roja, Alcaufar y Menorca tendríamos un museo Chillida; parte de su obra estos días la podemos ver visitando Hauser&Wirth, en la Isla del Rey.

Hablando de lo que nos ocupa y preocupa, especialmente a los niños, el día 19 de Setiembre del pasado mes, Es Diari publicaba una carta al director titulada «Los niños de Alcaufar también quieren jugar en el parque», firmada por Nuria Sintes Gomila, que recriminaba al Ayuntamiento de San Luis, que había sido un error haber construido un parque infantil en un terreno con pendiente, debido a la dejadez presenta: piedras puntiagudas, matojos, atracciones rotas y oxidadas, techo del tobogán a punto de caer, mesa torcida por falta de tornillería, excrementos de perros… Ya son muchos los años de espera, de decirnos que valoraran opciones, pero los años pasan, los niños crecen y continuamos igual. Tomen responsabilidad de los daños que se pueden derivar si un niño <>, como puede hacer otro niño de otra urbanización, ya que solo el hecho de entrar es salir herido. Se acabó la paciencia y la confianza, queremos una solución efectiva. (sic).

El viernes de la pasada semana, después de una suculenta comida en «sa Cova» de Alcaufar, con los amigos habituales, fui a visitar el parque infantil de esta urbanización, acompañado de T.S. un abuelo residente de esta cala, para comprobar lo que relataba Nuria en su escrito… No había nadie, ni niños, ni padres, ni abuelos, estaba vacío, lo entendí perfectamente porque en mi caso, con seis nietos ya mayores, en su niñez no les hubiera dejado jugar, en este simulacro de parque infantil. Otra curiosidad es la acera de la entrada, que las baldosas un tramo es de un color y el otro diferente.

Una verdadera pena no poder visitar lo que hubiera sido el Museo Chillida y al contrario una pena ver este parque infantil… Si vivim, parque infantil remodelat en condicions, veurem. Salut per tothom.

José Barber Allés

Mochilero

josebarberalles@gmail.com