“Pueblo pequeño, infierno grande”, dice un dicho español que como muchos otros tiene una parte de verdad. En Negrito entramos en un ambiente cerrado, muy lejano de la visión bucólica que algunos urbanistas se hacen sobre la vida en el campo. Un microcosmos a menudo hostil y solitario.
Carlos, el personaje principal de la novela, no conoce otro mundo que el de la vida rural. Ha vivido la mayor parte cuidando a su madre impedida. Su mejor amigo es Negrito, un perro paticorto, mezcla de mal genio y cierto sentido fatalista, pero con un olfato excepcional para seguir rastro y una extraordinaria fidelidad a su amo.
Pero la compañía del animal no basta para saciar los anhelos vitales de Carlos, peleado con algunos de sus vecinos como El Largo y su mujer Antonia. Por eso al morir su madre se plantea cambiar de vida, lo que aprovecha una pareja de profesionales urbanos, con una hija de nueve años, para comprarle la casa tratando de buscar una vida más relajada fuera de las prisas de la ciudad.
Pero como dice Callís, existe una maldición humana consistente en “pensar que siempre será mejor un lugar diferente al propio. Que en alguna otra parte todo será mucho más fácil, que nos irá mejor, y que los sueños anhelados no dependen de nosotros sino del entorno. Esa ansiedad mueve vidas entre el campo y la ciudad. Vidas que, al final del camino, descubren que quisieran volver allí de donde vinieron. Es el precio del pecado original: querer lo que no se tiene, aspirar a más de lo que uno es”.
Solo Negrito está libre de este pecado y él hará de puente entre los diferentes personajes: Carlos, El Largo y la pequeña Cecilia en esta novela “soberbiamente escrita”, según Alejandro López Andrada, miembro del jurado quien añade que “atrapa y entra en los ojos del lector como la reverberación de un arcoíris”.
Periodista veterano que ha colaborado en medios como Tele/eXpres, El País, Catalunya Radio y ABC, autor de los libros “Nata negra” y “Guatemala improvisada”, Callís conoce bien el medio rural que describe pues ha vivido varias temporadas en Riells, fue además jinete de competición en la modalidad de resistencia ecuestre y participó en una campaña publicitaria de una empresa energética que en los años 90 rodó algunos anuncios con imágenes de caballos de Menorca galopando.
Negrito
Ernest Callís
Editorial Almuzara
145 páginas
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