Si las rocas y las piedras de una pequeña isla tuvieran los cinco sentidos humanos, además del don del entendimiento y la palabra nos contarían un gran abanico cosas de los tiempos pretéritos.
Nos dirían que en esta islita abundaban los conejos, de ahí el nombre de Isla de los Conejos de este diminuto y bello pedazo de tierra. Está situada en el centro de un hermoso, resguardado y codiciado puerto, cuya ribera norte ¬la más antigua¬ está formada por areniscas y pizarras del Carbonífero (Paleozoico). La ribera sur corresponde al Mioceno (Cenozoico). Esta isla pertenece al Mioceno; pero sus materiales están depositados sobre unas bases paleozoicas. Entre estas dos edades geológicas hay un salto de más de trescientos millones de años.
Explicarían que en algunas rocas puede observarse abundancia de fósiles de lo que fueron seres vivos petrificados, por haber permanecido enterrados durante larguísimos períodos de tiempo. Seguro que mencionarían también la subespecie de lagartijas Polarcis lilfordi baleárica, endémicas de esta Isla.
Las rocas de la orilla del mar de esta pequeña isla nos expondrían que vieron pasar en el siglo III (a. C.) una embarcación con un cartaginés importante llamado Magón, el cual además de reclutar a los mejores honderos del mundo para luchar como mercenarios de su hermano Aníbal en la segunda guerra púnica, fundó la población de Magón, actual Mahón.
La basílica paleocristiana fue construida a caballo entre los siglos V y VI. Las piedras de este templo y piedrecitas del mosaico, nos relatarían muchas cosas sobre su construcción, pila bautismal, enterramientos antropomorfos, y cultos religiosos; así como, cuando y porqué fue desocupada y abandonada. En el siglo XIX fue descubierta por un payés y en los años sesenta del siglo veinte fue excavada y estudiada por la ilustre mahonesa María Luisa Serra.
Las rocas y piedras nos hablarían del desembarco del día 5 de enero de 1287 del rey Alfonso III de Aragón con intención de conquistar Menorca. A partir de entonces dejó de ser la Isla de los Conejos para denominarse la Isla del Rey.
Las piedras y sillares utilizados para construir unos barracones antes de la llegada de los ingleses nos relatarían que éstos los usaron como hospital. Que el almirante Jennings patrocinó la construcción en 1711 de un nuevo hospital que muy pronto amenazó ruina y se construyó otro de mejor calidad y estética.
Los sillares areniscos de las paredes del hospital relatarían que pasaron por allí británicos, franceses, españoles, norteamericanos, italianos del acorazado Roma y los accidentados en la Batería de Llucalari en unos ejercicios de tiro de Artillería. De estos artilleros trasladados al hospital, murieron 23 y ocho sobrevivieron pero algunos con graves secuelas.
Las vetustas piedras del Hospital nos recordarían que el año 1964 dejó de funcionar al inaugurarse en Mahón uno nuevo denominado Cuesta Monereo. Durante cuarenta años de abandono, el viejo Hospital Militar, convertido en una jungla de maleza y edificios ruinosos debido al paso del tiempo y al paso de depredadores humanos.
En septiembre de 2004 el General Alejandre con un grupo iniciaron la recuperación. (Las grandes caminatas empiezan por el primer paso). Cuando los dos edificios mayores estén restaurados y positivamente utilizados, se podrá continuar esta narración. Hay mucho andado, lo que queda… ¡TODO SE ANDARÁ!
Marcos Seguí Pons
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