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Eres lo que haces cada día. Te construyes y reconstruyes frente a un espejo que refleja la realidad. Uno va a lo suyo, pero hay una lupa que nos desnuda y fotografía la evidencia. Hay éxitos, pero también están los fracasos que te martillean sin descanso alterando el sueño, el descanso, la consciencia...

Amanece... y te levantas con anclas, heridas y con la sensación de que eres un pobre diablo. Pero, como dice Víctor Manuel, «echas a andar invencible de moral», pero luego pasa lo que pasa. Uns contes fa s'ase... y al final se impone lo que hay. ¿Eres el culpable de todo? Sí, pero no. Avanzamos, si lo logramos, a golpe de fracasos.

Si abrimos el gran angular y enfocamos la realidad que nos envuelve, ¿qué vemos? El fracaso de cada día a nivel de comunidad, no autonómica sino insular.

Cada gobierno llega con las ínfulas de la herencia que dejará para la historia. Se busca sorprender y hacer algo diferente. Bravo, nada que objetar. Bueno, sí... ¿y de los fracasos que arrastramos qué hacemos?

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Pongamos un ejemplo, sin acritud: El Consell planea unir el Lazareto y La Mola con una pasarerla retráctil. Es una idea. A unos les parecera buena y a otros mala, pero es un proyecto sobre la mesa.

¿Cuánto mide una mesa? Depende. La hemeroteca nos devuelve constantemente papeles que se han movido mucho, pero que flotan en ese fracaso de cada día.

Hágase la pasarela, hágase el segundo ascensor, hágase lo que sea... pero ¿y lo que colea?

La lista es larga, pero para muestra un botón: cuándo tendrá Ciutadella un edificio judicial tras años de bla, bla... Eso es uno de los fracasos que golpean las puertas de las administraciones, como otros tantos cadáveres. Y, parafraseando a Tip y Coll, la próxima semana hablaremos del transporte aéreo.