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(Publicado en Es Diari el 23 de Diciembre de 2015)

Hace seis años visité por primera vez la Isla del Rey, con mi hermano que estaba de vacaciones en Menorca.

Desde entonces apenas he faltado unos pocos domingos a la cita con los compañeros, los que estaban entonces y que aún siguen, otros que no vienen porque sus circunstancias han cambiado, pero mantienen el vínculo con la Isla, otros que lamentablemente se han ido para siempre, dejando eso sí su grato recuerdo.

Y digo qué me aporta, porque a mí, personalmente me ha enriquecido el ofrecer mi tiempo y mi servicio de una forma notable.

Es maravilloso llegar a la isla cada mañana de domingo. La Isla del Rey, a la que yo considero como el corazón del puerto, nos ofrece siempre un entorno cambiante y único a la vez y nosotros, los voluntarios, somos conscientes del privilegio que disfrutamos.

Luego, cada uno inicia su rutina, piedras, jardines, salas a mantener, limpiar y airear, restaurar, pintar y recomponer. Y el buen humor y la alegría que cada cual aporta.

La sala que me ocupa: Biología Marina, está dedicada como su nombre indica al estudio de la vida marina y la malacología, en el entorno de la isla de Menorca. Tenemos aportaciones de todo tipo, desde una cabeza de delfín que encontró un voluntario en Fornells, caparazones de tortugas marinas y varias importantes colecciones de conchas y moluscos que un día nos donaron sus propietarios, como la que nos dejó en depósito la viuda del doctor Ramos, acompañada además de un importante estudio de la malacología que hoy un experto nos está ayudando a completar. A más de una gran bibliografía sobre la materia. Y por supuesto, la colección de nuestra compañera voluntaria Rita Pabs, bióloga marina, que vive actualmente en Alemania, pero que nos visita siempre que viene a Menorca.

En la sala, a veces se acumula el trabajo, nuevas donaciones, mudanzas, y el mantenimiento rutinario, limpieza, etc.

Pero también intercambiamos trabajo con otras salas o vamos allí, donde surge la tarea más urgente del día. Aunque a veces, sin que me oiga el alto mando, tenemos nuestros días torpones y gandules y aprovechando que estamos en un lugar maravilloso, nos dedicamos como unos turistas accidentales a sacar fotos ó a visitar las salas de otros compañeros que han mejorado o cambiado tal o cual cosa, cada uno según sus habilidades o talentos.

Porque somos conscientes de ser voluntarios en un sitio privilegiado y por eso disfrutamos cada momento, si el día es bueno, malo o pasable, porque la luz está así, el mar está de esta otra manera y el viejo hospital siempre está agradecido de que le lavemos un poco la cara. Esta es la pequeña aventura que nos ofrece cada domingo la Isla del Rey.

Por mi parte, aporto la ilusión de contribuir a rescatar un trozo de la historia del puerto de Mahón, y, si por circunstancias dejara de ir, sé que hay un puñado grande de locos felices que tomarán el relevo.

Mari Paz de Andrés Chaves