Les aseguro que nunca he utilizado un extintor en mi vida. Pero, sin tener que someterme a clase práctica alguna, un plan de evacuación de obligado cumplimiento para las empresas me convirtió hace dos años, sin previo aviso, en el bombero o Supermán de turno que debía accionarlo. ¿Cómo? Pues no recuerdo bien, la verdad. Solo sé que yo debía ser el último en abandonar la oficina en llamas. O el primero en morir...
Para colmo, ese día echaban en la tele "El coloso en llamas" y, no es que la redacción sea precisamente una mole de edificio, pero durante la noche soñé que había fuego en el cuarto de entrevistas y tenía que apagarlo, pero el extintor estaba vacío.
La psicosis corre también estos días por los despachos de alcaldía tras ver como el de Ciutadella ha tenido que dimitir por la muerte fortuita que ha evidenciado la imprevisión y carencias del operativo de seguridad montado durante las fiestas. Ahora todos, sin excepción, quieren curarse en salud, responsabilizar a los cavallers y advertir con todo tipo de carteles al público del peligro que entraña interactuar con los caballos.
Hasta los pesqueros de Maó se han dado cuenta, de repente, de que no llevan suficientes chalecos ni botes salvavidas a bordo para auxiliar a las 70, y hasta 80 personas, que navegan con ellos el puerto en la procesión del Carmen. Sin que nadie, ni siquiera las inútiles juntas de seguridad que se celebran cada año unos días antes, hubiera sido capaz de advertirlo hasta ahora.
Este sábado, volviendo de Maó con un amigo, paramos en Es Mercadal, donde un grupo de adolescentes mallorquinas, que no llegaban ni a quinceañeras, venía de celebrar "la fiesta de la pomada". A una semana justa de que salga la "qualcada" y, por lo visto, ya sabían de qué iba la cosa. La del beber, pues no parecieron muy interesadas en los caballos.
Quizás debamos agradecerle al destino que haya sido tan trágico por Sant Joan para abrirnos a todos los ojos y evitarnos más lágrimas en el futuro. Para darnos cuenta de los cientos de riesgos que hemos corrido durante años en los Jocs des Pla sin pasillo, en los jaleos de cualquier pueblo, y hasta subidos en la "Valldemossa" de turno en las inocentes procesiones del Carmen.
Es hora de que alcaldes, delegados del Gobierno y jefes de Policía piensen más en la seguridad que en la foto, y de prevenir de una vez con criterios técnicos y profesionales. Somos como el encargado del extintor y debemos planificar al máximo cualquier riesgo. Para no tener que usarlo...
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