Binigarba: tres generaciones, una misma pasión por el campo

Toni y Esperança gestionan la explotación junto a su hija Maria, su yerno Sebastià y los pequeños Joan, Laia y Júlia

Las caras detrás de Binigarba.

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Joan, Laia y Júlia salen del casat para dirigirse con rapidez a la zona donde se hallan los terneros. Como si de animales de compañía se tratara, los acarician y sacan del establo con gran desparpajo y pericia y, sobre todo, con una sonrisa en los labios de poder ensayar con algunas de las reses que este fin de semana desfilarán por la alfombra roja del Concurso Morfológico. A sus 10, 8 y 4 años de edad, respectivamente, estas jóvenes promesas ganaderas se mueven como pez en el agua dando leche a los terneros, esparciendo paja a las vacas o acompañando a su padre en la sala de ordeño.

Muchas veces observamos el sector agropecuario menorquín desde la barrera, sin conocer los entresijos reales de una explotación. De ahí que poder poner un pie dentro y entablar una conversación con los verdaderos protagonistas del campo se convierte en un placer para los ojos y los oídos. En esta ocasión hemos podido conocer la actividad que se genera en Binigarba, una explotación situada entre los monumentos de Torretrencada y Sa Naveta des Tudons y que gestionan Toni Ramón y Esperança Taltavull junto a su hija y su yerno María Ramón y Sebastià Marquès.   

Binigarba ha sido el lloc de Toni y Esperança durante los últimos 37 años. En 2015 se les unieron su hija María y su marido Sebastià tras abandonar S’Alquerieta de Ferreries. «Trajimos el ganado y unificamos las dos fincas», señala Sebastià, quien tiene fuertes raíces en el campo. «Tanto mis padres como mis abuelos proceden del sector agrícola y yo lo he vivido desde que tengo uso de razón, al igual que ahora ocurre con nuestros hijos», señala.

Producción de cuajada

Esta finca empezó a producir queso para la industria hace casi 60 años y fue pionera en la producción de cuajada. Comenzó con un rebaño de unos veinte animales que, con los años ha ido aumentando hasta la actualidad, que dispone de 140 reses de raza frisona. De ellas, se ordeñan a diario unas 120 que producen en torno a 1,3 millones de litros de leche al año. La mayor parte se destina a la elaboración de queso artesano con sello propio. En concreto, la finca dedica el 65 por ciento de esta producción láctea a la fabricación quesera. El resto se emplea para cuajada que se vende a la industria, además de reservar algo de leche para heladerías y una pequeña proporción a la venta al público de leche fresca. La finca también cuenta con cerdos que se destinan a la producción de todo tipo de embutidos típicos.

Para una explotación con cerca de 150 reses, la selección genética y la perfección de la raza es un tema de capital importancia. La morfología es el pilar básico para que una vaca tenga mejor salud y a la vez sea más eficiente y rentable en una ganadería. De ahí que le dediquen especial atención. «Elegimos el toro que permita corregir los defectos de la vaca con el fin de conseguir una mejor selección y, por tanto, mejor calidad y mayor rentabilidad», apunta Marquès. Además, han ido incorporando mejoras informáticas y tecnológicas para poder controlar y monitorizar el rebaño, así como optimizar el rendimiento y la calidad de la leche que producen.

Este trabajo de selección que acompaña el día a día de la gestión de una finca ganadera se ve recompensado en el Concurso Morfológico cuando las reses reciben una buena puntuación. Es más, Binigarba se llevó el año pasado dos premios con su ternera Binigarba Choice Rene. Este año no desfilará, ya que todavía no ha parido y, por tanto, no está en su momento de esplendor.

La explotación trasladará hasta Alaior 15 animales, siempre que no se produzcan bajas de último momento. Además, hay que recordar que será finca colaboradora de la Escuela Nacional de Jueces Ganaderos. Para los payeses, además de la recompensa al trabajo diario en la explotación que supone recibir un premio, la Fira es «un motivo de fiesta y hermandad», concluye Marquès.