Pons Landino, en un momento de su aventura por el desierto.

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Alberto Pons Landino (Maó, 2003) es un joven menorquín que cursa cuarto de Farmacia en la Universidad de Barcelona que acaba de dejar tras de sí un rally solidario que le ha llevado a recorrer Marruecos de cabo a rabo, en lo que ha sido «el viaje de mi vida», detalla.

La experiencia, que ha prolongado doce días –contabilizando el traslado desde la Ciudad Condal vía Algeciras y retorno–, la ha vivido este mes de febrero en el marco del programa Farmaraiders, que traza un paso más en relación al originario Uniraid, un viaje-aventura por etapas por el país del África septentrional, a completar en ocho días en equipos formados por dos personas y un coche.

Un par de furgonetas, repletas de fármacos que fueron repartidos en hospitales, y ocho coches, cuya zona de acción eran las escuelas o personas necesitadas de la calle, han configurado la expedición integrada por nuestro interlocutor.

Pons Landino, en primer término, y Álvaro Macía durante su aventura africana.

«Unos compañeros de la universidad nos lo plantearon; el Farmaraiders está compuesto por estudiantes de farmacia o farmacéuticos ya licenciados, y en esta edición hemos aportado unas cuatro toneladas de material sanitario, unos 40 kilos por equipo», expone Pons Landino sobre la génesis y razón de ser de esta aventura.

La misma, en esencia, implica «atravesar» la nación marroquí cubriendo alrededor de 2.500 kilómetros repartiendo material y productos sanitarios entre la población, si bien «no se trata de una competición ni de una carrera de velocidad», precisa el estudiante mahonés radicado en Barcelona, y sí de una «aventura de seis etapas», que Pons Landino ha llevado a cabo formando equipo con el barcelonés Álvaro Macía, también estudiante de Farmacia, con un Peugeot 205 de segunda mano matriculado hace más de veinte años –en lo que es otra exigencia del proyecto, como que además el auto no sea un 4x4– adquirido a un ‘exfarmaraider’.

Preparado

«El vehículo ya estaba preparado y apenas hubo que hacerle arreglos, lo que habría sido un problema, tener que adecuarlo en época de exámenes», prosigue el menorquín. Era obligado asimismo orientarse desprovisto de GPS, «superando los obstáculos y desafíos» de todo tipo que albergan los incomparables parajes del evocador continente africano. Precisamente, los peores momentos que la dupla Pons Landino-Macía advirtió derivaron de algunas averías, que subsanaban los mecánicos a cada final de etapa, a la llegada al campamento de tiendas de campaña donde pernoctaban a diario, o en ciertos casos, «con la ayuda de la gente de allí». En ese contexto, el futuro farmacéutico menorquín se deshace en elogios hacia los lugareños, «pues había que atravesar ríos secos, llenos de arena, de piedras... nos quedábamos atascados y no dudaban en ayudarnos... al final, entablas amistad con la gente y eso es muy chulo».

El Farmaraid ha implicado cubrir más de 2.500 kilómetros en auto.

      «En este viaje he    hecho amigos con los que seguro mantendré contacto en el futuro», detalla Pons Landino, que en esa línea pone en valor que los marroquíes a los que se hizo entrega de productos farmacéuticos o sanitarios, «pedían mucho, pero siempre con respeto; son buena gente y muy agradecidos; nos acogieron muy bien», subraya el menorquín, para quien el presupuesto de esta aventura se ha elevado por encima de los 5.000€, sufragado con la ayuda de «patrocinadores», pero en cualquier caso muy bien invertidos, entiende, en tanto que le han permitido vivir «el viaje de mi vida», concluye Alberto Pons Landino.

Impactado «por la pobreza» del país, sobre todo en lo que «es puro desierto»

Han sido numerosas las anécdotas que este menorquín, exjugador de baloncesto, practicante de pádel, seguidor del Barça y futuro licenciado en Farmacia ha vivido en Marruecos. También el impacto, el ver en primera persona el contraste entre la vida que se tiene en Europa en parangón a la de África, ha sido mayúsculo. En ese contexto, Pons Landino reconoce haber tomado «conciencia» sobre la «pobreza» en la que se vive, «sobre todo en el desierto, al sur de Marruecos». «Hasta que no vas allí no eres consciente de como viven; Marrakech, Casablanca o Tánger están un poco más desarrolladas, pero lo que es puro desierto, da un poco de pena», finaliza nuestro protagonista.