Escucharles conversar es música para los oídos. Comparten profesión, patria y también familia. Y ahora, además, les une el mérito de haber sido pregoneros del núcleo residencial. Bernat Seguí, propietario del restaurante Can Bernat, y Joan Pons, del Bar Pons, fueron los encargados de pronunciar el pregón de las fiestas de Cala en Porter. Lo hicieron juntos. Compartieron con el público su idilio con la urbanización. Desvelaron anécdotas. Dieron un paseo por su pasado y sus inicios laborales. Y se emocionaron.
«Primero dije que no, pero luego pensé que si Joan me acompañaba, quizás sí que me animaba, y él hizo la misma reflexión; al final nos convencieron», explica Bernat con respecto a la invitación para dar el pistoletazo de salida a las fiestas. Y es que este tándem se conoce bien. «Yo fui a su boda», agrega Bernat, y añade que «además, somos consuegros, tenemos dos nietas que son dos flores que llenan todo un jardín». Joan y Bernat son los ‘calanportereños' con negocio más veteranos del núcleo residencial.
Bernat Seguí aterrizó en Cala en Porter -procedente de Es Mercadal de donde es nativo-, a iniciarse en el mundo de la hostelería. Le surgió una oportunidad laboral que no desaprovechó. Regentó, durante once años, Los Barriles, y otros diez el Lorengo. Luego decidió trabajar de cocinero por cuenta ajena, hasta que en 1998 emprendió un proyecto nuevo, embarcándose en un restaurante a pie de carretera. «Siempre había sido mi ilusión». Este local llevaba cerca de veinte años cerrado, de ahí que «tuvimos que lavarle la cara... y el cuerpo». Yo ya tenía más de cincuenta años, por eso, me embarqué en el proyecto tras conocer que dos de mis hijos me ayudarían». Y le han dado continuidad. Permaneció allí hasta su jubilación total a los 69 años. Ahora reside en Alaior, pero sigue sientiéndose de Cala en Porter.
Por su parte, el mahonés Joan Pons llegó al núcleo en el año 1968, con tan solo 11 años. Su padre Francisco Pons decidió abrir un pequeño bar y una tienda de comestibles. «Si tocaban a la puerta en busca de un plato de comida, mi madre les servía nuestras viandas y mi padre tenía que ir a Maó para que pudiéramos comer». Recuerda que para atraer a los turistas «mi padre cumplía años cada dos semanas, ofreciendo sangría gratis». Y poco a poco fue afianzando la clientela. En el año 1974, Francisco Pons adquirió el solar adjunto al bar donde construyó una piscina. Pocos chalés la tenían y tampoco las había públicas. «Yo, ingenuo, pensé que sería nuestra oportunidad para bañarnos y la verdad es que ni logramos ir a la playa ni a la piscina, todo fue trabajar», bromea. Joan Pons asumió más responsabilidades del negocio en 1986, acompañado por su mujer, quien se encargó de los fogones. Diez años después su padre falleció. Fue entonces cuando Joan asumió todo el peso del negocio «dejando a la familia en un segundo plano, pero agradecido de haber hecho muchas amistades que sin el Pons no habría tenido». Este empresario se jubila en marzo del año que viene a los 66 años. El negocio familiar no cuenta con relevo generacional, de ahí que Joan busque comprador. Estas fiestas de Cala en Porter serán, con casi total seguridad, las últimas que viva detrás de la barra. Y es que, sus tapas de calamares a la romana se han convertido en una cita obligada durante el mediodía del domingo. Desvela que ya tiene preparados 130 kilos de calamar.
En este aspecto, Pons recuerda que las fiestas empezaron a celebrarse en el año 1970 bajo el nombre de Fiesta del Turismo y sin presencia de caballos. Y fue en 1972 cuando la lucha de su padre Francisco Pons y Mevis Pons logró que Cala en Porter tuviera fiesta con jinetes.
«Cala en Porter es nuestra vida»
«Cala en Porter es nuestra vida», coinciden en asegurar los dos pregoneros, y agregan que «no lo cambio por ningún otro sitio». Han participado activamente en la vida diaria de la urbanización para mejorarla y llenarla de vida.
Consideran que el ingrediente del éxito de sus negocios radica en la constancia y en el trato al cliente. Aunque reflexionan que se trata de un sector -el de la hostelería- poco valorado y respetado.
Ambos han vivido de cerca el desarrollo de la urbanización. «Con los años ha mejorado mucho, pero sigue necesitando más servicios y más infraestructura», concluye Joan.
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