El responsable del Juzgado Penal de Menorca ha cumplido 24 años de ejercicio en la Isla. | Javier Coll

TW
7

Recién nombrado juez aterrizó en la Isla hace 24 años y, rara avis, en ella permanece como decano de la judicatura insular. Bartomeu Mesquida Ferrando, natural de Felanitx, de 58 años de edad, es el titular del único Juzgado Penal de Menorca que dirige con inusual solvencia, tanta que acaba de ser felicitado personalmente por el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial. Hermano de altos cargos en la clase política, el juez Mesquida abraza la discreción y no precisa tirar de carácter enérgico para atemperar a defensores, fiscales y acusados en la vista oral. Mantiene una forma física envidiable, nada dos kilómetros diarios en la piscina, es activo en una ONGmodesta a la que dedica parte de sus vacaciones. Yadmite que le cuesta dictar sentencias que acarreen prisión. 

No es frecuente que un juez de fuera de la Isla se asiente en Menorca

— No, no lo es. Este es un lugar de trampolín para profesionales y yo pienso que alguien ha de tener esta vocación de permanencia, y si hace el trabajo con dignidad, que esta función tenga esta relevancia.

¿Por qué tomó la decisión de hacerse juez?

— Mentiría si dijera que fue vocacional. No me gustaban las ciencias y fui de los primeros estudiantes que optó por las letras cuando se hizo esta separación académica. El director de mi instituto en Felanitx me lo recriminó y me dijo que yo no sería nunca nada en la vida. Yo era el único hombre en una clase de 25 chicas. La carrera de Derecho me empezó a gustar mucho, y más cuando hice las prácticas en tribunales antes de la mili. Después estuve ocho años y medio como fiscal en Mallorca, y luego llegué a juez, una profesión dura pero muy enriquecedora.

Sus dos hermanos han destacado como altos cargos políticos. ¿A usted no le ha seducido ese mundo?

— Siento pasión por la política como ciudadano. Me satisface observar los debates que hay pero cuando uno se dedica a la justicia... Yo nunca me he querido sentir tentado.

¿Habrá tenido propuestas?

— Alguna vez sí, para ocupar cargos en Madrid dentro de una formación política, no para ir en una lista. Pero he preferido dedicarme a mi profesión. Valoré si me compensaba y cómo podía incidir después en mi trabajo, sobre todo en una sociedad pequeña donde la estigmatización puede ser más significativa. 

¿O sea que nunca le ha pasado pro la cabeza ser un 'Castro'?

— Es que Castro nunca ha querido ser un juez estrella. Ha sido muy riguroso, con unas agallas fuera de lo común porque de un hecho singular tiró del hilo y no le importó quien hubiera detrás. Quizás otra persona, grupo policial o fiscal se hubiesen parado. En Mallorca ha sido la punta del iceberg donde se ha comenzado a investigar de verdad la corrupción institucional. No es fácil lo que ha hecho Castro, pero son los hechos los que le han convertido en figura mediática. De hecho le ofrecieron ir de número uno en Podemos.

¿Los jueces han de tener ideología?

— Es que formaría parte de la incultura no sentir el latido de la sociedad que se mueve por impulsos políticos, por tendencias. Tu puedes estar más cerca de una o de otra sin que tenga incidencia en el desarrollo de tu trabajo.

¿En esa línea tan fina que delimita la política de la judicatura, usted donde se sitúa?

— Cuando me pongo en mi trabajo solo pienso en temas jurídicos. Si una norma te obliga a una interpretación donde hay bagajes personales habrá una incidencia de tus conocimientos, filias... Pero el sistema escalonado de la justicia española tiene un régimen hipergarantista, incluso excesivo. Una persona insatisfecha con una resolución judicial puede acudir a una instancia superior, incluso en la fase de investigación. 

¿Le hace daño a la clase judicial que un juez encabece una lista de un partido tan a la izquierda, como Yllanes con Podemos?

— Soy muy respetuoso con decisiones personales y pienso que si quiere volver después, que es lo importante, la gente dispone de otro mecanismo que es el de la recusación o la abstención. Es cierto que Yllanes tenía más relevancia por el caso que debía llevar (Noos)y ese es un juicio muy complejo técnica y mediáticamente.

¿Le habría gustado a usted estar al frente de este juicio?

— Si lo llevara lo afrontaría con rigor porque me conozco. Visto desde la distancia me causa mucho respeto, me impacta. No quiero decir ni que sí ni que no. Pero no me gustaría la publicitación de mi persona.

Usted vive tranquilo en Menorca y aquí acabará su carrera...

— Mi voluntad es esa. Me han preguntado desde el TSJ que por qué no pedía ir a la Audiencia pero creo que aquí hago una labor digna y me satisface como la estoy llevando con un personal muy competente.

Hasta el punto de que le felicita el presidente del Supremo y pone su juzgado como ejemplo.

— Sí, formamos un buen equipo en el Penal y esa felicitación es para sentirse muy satisfecho. Uno se da cuenta de que no necesita estar en puntos neurálgicos de poder para poder hacer una labor mínimamente digna.

¿Aquello que estudiamos respecto a la separación de poderes en el Estado de Derecho, hay que seguir creyéndolo a pies juntillas?

— Siempre digo que la justicia a pie de andamio, la básica, tiene una independencia sagrada. A veces quieres ser tan justo, tan objetivo que puedes caer en un defecto. Comparados con Europa los jueces tenemos una independencia absoluta. Nunca verás un teléfono que se descuelgue para llamar a otro juez.

¿La Constitución se toca o no se toca?

— Las normas no son inamovibles en función de circunstancias. La nuestra nació en un  momento trascendental. Seguramente fue fruto de tensiones entre fuerzas que habían vivido cómodamente con Franco y otras que venían del exilio. Quiere decir que estas normas se pueden modificar.

¿Tiene España la estructura legislativa adecuada para acabar con la corrupción?

— Quizás sí, lo que no tenemos son medios personales y materiales para desarrollarla adecuadamente y acabar con ella. Tenemos una de las medias peores de Europa en jueces por habitante, 10 o 11 por cada 100.000, y en Europa son el doble. En estos años de crisis ha habido mucha corrupción y las plantillas de jueces no se han incrementado, al contrario. Eso implica que estas causas de corrupción se dilaten el tiempo.

En Menorca ha pasado de puntillas.

— Sí, se han iniciado un par de investigaciones pero creo que la Fiscalía tiene una saturación importante con casos importantes. La percepción ciudadana es que ha habido una parálisis y creo que es así, aunque el juez ha insistido al fiscal pero esto demuestra la ineficacia que tenemos porque lo importante es que el ciudadano vea celeridad en las decisiones. De todas formas la corrupción no tiene un coste político, desgraciadamente. PP y PSOE han sido investigados pero luego nunca han tenido un coste electoral. El ciudadano debería ser más crítico.

¿Cuál es el problema principal de los juzgados en Menorca?

— La movilidad, que es muy grave. O viene un anacoreta, como yo, un loco que se queda aquí, porque sino el cambio es continuo. Hay profesionales que vienen un año por obligación, y si hubiera incentivos habría más vocación de permanencia. La Fiscalía cambia permanentemente, el personal es interino y a mi me da mucha pena porque tenemos gente muy válida. 

Siete jueces en Menorca.

— Sí, por volumen de trabajo está bien. Para el día de mañana podríamos hablar de contar con un juzgado de lo Contencioso Administrativo teniendo en cuenta que vivimos en una Isla y su no existencia hace que el ciudadano no acuda, bien porque lo vea perdido o porque Palma está muy lejos y es un sobrecoste. Yo siempre lo he pedido, aunque paré en los años de crisis. Ahora se ha de insistir.

Una sección de la Audiencia Provincial en la Isla no es necesaria.

— No, no es viable en función del volumen de asuntos.

Además, tampoco hay una sala con capacidad suficiente para juicios numerosos cuando la Audiencia se desplaza a Menorca.

— Esa fue una falta de previsión. El nuevo edificio me gusta pero estaba pensado para unidades directas de jueces con muy poco personal. Luego habría otras unidades que serían las que ejecutarían. Como esto no se ha desarrollado nos hemos quedado a medio camino con salas pequeñas.

¿Cómo se explica que hasta hace cuatro días los juzgados de Menorca no tuvieran red informática?

— Es difícil de entender. Ahora ya empezamos a hacer las comunicaciones por vía lexnet. Antes tardabas meses por una declaración en Ciutadella. Hasta ahora las notificaciones de Fiscalía las hacíamos por el correo de toda la vida.

¿Sigue apostando porque debe ser la fiscalía la única que investigue las causas?

— Totalmente. Son las acusaciones las que van al juicio oral, las que en fase investigativa sabrán qué les interesa para sostener la acusación. Se están dilapidando recursos materiales y humanos para diligencias investigativas que quizás después no interesan. El juez investiga pero no tiene participación en la fase del juicio oral.

¿Cómo valora la reforma del código penal?

— Estamos criminalizando todo tipo de comportamientos. Legislar en base a momentos puntuales por hechos delictivos puntuales o por un clamor social es peligroso. Las normas han de tener vocación de permanencia. En España tenemos uno de los índices de delincuencia  más bajos de Europa y de los más altos en presos, lo que significa que la norma es durísima. La gente se piensa que el código penal es laxo o la gente no cumple penas, pero es todo lo contrario.

Sí, pero después vemos que un delincuente común detenido 24 veces sigue en la calle...

— Ese es un problema de eficacia. A mi a veces me llegan causas del 2010. Por ejemplo, solo tenemos dos peritos en todo Balears y para saber si es delito o falta tienes que saber el valor, y quizás por una peritación un juzgado tarda un año. Los recursos en la fase sumarial pueden dilatar mucho el proceso. Esto tendría que simplificarse. Te pueden recurrir cualquier providencia intrascendente y todo eso genera retrasos.

¿Cómo afectará a Menorca la limitación de los plazos de instrucción, seis meses para las causas prioritarias y 18 para el resto?

— Mal. Han dictado una norma que dicen que su desarrollo tiene que ser a coste cero, es decir, que no se pone ningún medio para hacerlo. O las investigaciones estarán cojas o se tendrán que prorrogar los plazos. Es muy ambigua.

Usted defendía la construcción de un centro de reinserción en Menorca. ¿Le hicieron mucho caso o se pasaron de la raya?

— Sí, sí. Aquí luchó mucho la Pastoral Penitenciaria que hace una labor muy loable por la dificultad que tenían los presos para relacionarse con sus familias y allegados. Nosotros hablábamos de algo muy pequeño pero la voluntad del Ejecutivo fue hacer esta cárcel. Cubre su labor y no puedo decir más.

Las dos sentencias de las mujeres accidentadas en las fiestas de Es Migjorn Gran y Sant Lluís. Dos casos casi idénticos y dos sentencias contrapuestas. ¿Cómo se explica?

— Hay conceptos jurídicos que se han de nutrir de valoraciones de la vida real, como el de la imprudencia, y para desarrollarlos necesitas que la experiencia te diga lo que es o no imprudente por parte del ciudadano. Lo importante es que hay mecanismos de recurso en este tipo de sentencias que a veces son contradictorias.

¿Algún juicio que recuerde por doloroso o desagradable?

— Lo tengo, sí, alguno que me ha generado mucho debate interno, pero aún no he decidido. Intento no justificar sino explicarme el porqué de ese comportamiento y hay cosas que se me hacen muy duras. Ahora no puedo ser más explícito.

A usted le cuesta enviar a la gente a la cárcel.

— Me cuesta, sí. Debo tener todas las pruebas necesarias para hacerlo, miro sus antecedentes y las consecuencias que tendrá mi resolución, pero cuando tomo la decisión estoy tranquilo.

Una vez dicta la sentencia le da más vueltas al caso, ¿sí o no?

— No, nunca. Tengo mucho debate cuando he de decidir, y lo hago fuera del juzgado cuando paseo, hago deporte, pero cuando decido estoy tranquillo porque pienso que he hecho lo que debía y lo más justo según mi conciencia.

Explícito y sobrio, el juez Mesquida está presto a cumplir 25 años como magistrado en Menorca  donde espera concluir su ejercicio profesional

MAGISTRADO. El responsable del Juzgado Penal de Menorca ha cumplido 24 años de ejercicio en la Isla. l FOTOJAVIER COLL

Al margen