BRUNO PÉREZ JUNCÀ

«Ciberseguridad es sentido común y eso es lo que más se ha perdido»

El périto informático forense ofreció una conferencia en Ferreries para padres y alumnos sobre prevención y acoso

Bruno Pérez explica que el primer error contra la ciberseguridad es la comunicación de los adolescentes con la familia. | Josep Bagur Gomila

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Especialista en ciberseguridad y perito informático forense, Bruno Pérez Juncà, rostro habitual de la pequeña pantalla y emisoras de radio por sus conocimientos y dotes como comunicador, ofreció el miércoles una charla imprescindible dirigida a padres y alumnos del instituto Biel Martí, de Ferreries, y del resto de la Isla, en la que expuso casos reales de ciberacoso y el peligro en general que supone el mal uso de las nuevas tecnologías.

¿El ciberacoso qué lugar ocuparía en el ranking de la ciberseguridad?

—Más que una posición, es una realidad, no solo el escolar sino el adulto, laboral, también el que sufren personas mediáticas. No somos conscientes del mal que podemos hacer. El problema es que estamos en una sociedad sin valores, y una tecnología utilizada sin valores es un gravísimo problema. El respeto y la educación se está perdiendo y si se usa esta tecnología sin importar lo que afecta a la gente que está detrás provoca hasta muertes.

En Menorca se han multiplicado en un año los casos de acoso escolar, la mayoría de ellos relacionados con el ciberacoso.

—Cuando se dan cifras, yo que voy al día, las multiplico por tres o por cinco. Demuestran esta realidad que ocurre desde el momento que entregas un dispositivo a una criatura y permites que cualquiera acceda a ella hay consecuencias. Se trata de crear consciencia entre los chavales sobre el mal que pueden generar a otras personas. Conozco casos de suicidios y cuando analizas el teléfono del fallecido acabas viendo lo que sufría.

¿Qué falla?

—Principalmente, la comunicación con la familia. Hoy preguntan antes a Google que a los padres. Estamos en una sociedad que ya no puede tener más elementos para comunicarse pero no sabemos hacerlo. La gente se siente sola, abandonada, busca cariño. Los cibercriminales aprovechan ese egocentrismo, que todos van a la suya. Para llamar su atención y aprovecharse.

¿Vista la evolución tecnológica, es imposible controlar el peligro latente?

—Se puede hacer algo, poner filtros de contenido, trabajar la comunicación y, primero, ser conscientes del problema. Los cambios pequeños los hemos de hacer nosotros, nadie nos lo va a solucionar de inmediato. El objetivo de mis charlas es despertar consciencias. Si mantenemos el egocentrismo y decimos que no me importa nada de lo que le pase al otro, la tecnología no    lo va a cambiar.

¿Qué han de hacer los padres en un caso de ciberacoso sexual o de otro tipo a un hijo del que no sabían nada?

—Primero mantener la calma y no incendiar ni montar un drama. Hay que ponerse en la posición del adolescente que ha cometido una serie de errores y está perdido. Segundo no borrar las evidencias y    mantener el contacto con el agresor para facilitar la investigación policial si es que no se sabe quién es. Y, si es necesario, acudir a la ayuda psicológica. Todo se basa en la comunicación.

¿Y si es en el entorno escolar?

—Debe enterarse el centro educativo. Hay unos protocolos que han de activarse, cambiar de aula, seguimiento... Tanto a la víctima como al agresor.

Ha habido casos aquí en los que los padres se han quejado de que estos protocolos no funcionan, que los centros no les han dado la importancia que tienen o los han obviado cuando se han producido. ¿Es así?

—Yo me he encontrado muchas situaciones de este tipo. Cuando buscas que la escuela o el instituto tome un veredicto no puedes pretender que el centro sea un juzgado, no puede sentenciar. Otra cosa es si el profesorado está preparado para ejecutar estos protocolos y en muchos centros no lo están.

Si ya es complicado para un profesor detectar un acoso, tanto o más lo puede ser para los padres fuera de casa. Usted admite que es imposible controlarlo todo.

—Totalmente, es así, soy el primero que lo digo. Estamos en una sociedad con una dependencia tecnológica absoluta pero con un desconocimiento absoluto de la tecnología. No somos usuarios, somos consumidores, la tenemos encima y no nos ha dado tiempo a prepararnos.Hemos de ser conscientes de que nos ha superado y hay que empezar a arreglarlo aunque llegamos tarde. En las redes sociales la gente antes lo publicaba todo, pero ahora ve las consecuencias y va con más cautela. Tenemos que aplicar los consejos que nos dan y no esconder la cabeza bajo el ala porque sí pasan cosas.

No es sencillo hacerlo ante todo lo que ofrece internet...

—Siempre he dicho que la ciberseguridad no es sencilla ni es rápida ni es gratuita. En    la sociedad de la inmediatez en la que estamos esto cuesta. Es como el que quiere adelgazar cinco kilos tomándose unas pastillas. No, no es así. Pero los mínimos hay que ir cumpliéndolos como los filtros de contenidos o los DNS (definen reglas que controlen las solicitudes y respuestas).

¿Y el peligro de la pornografía en las redes?

—Es el tema que menos me preocupa porque todos hemos sido adolescentes, todos hemos tenido un descubrimiento del cuerpo y una revista pornográfica a mano. Hay otros contenidos mucho más peligrosos como comer y no engordar o técnicas de asfixia para tener una erección más fuerte... Todo esto se ha de filtrar si se puede. Sé que es como poner puertas al campo, pero a veces pequeñas puertas ayudan a ir más lento, y aplicar el sentido común, los consejos de una madre como no pierdas las llaves, es decir, no des las contraseñas, no hagas lo que hagan los otros, vigila con quien vas, no hables con desconocidos... Cuando en internet todos son desconocidas. La ciberseguridad en sí es sentido común y eso es lo que más se ha perdido. Tecnología y sentido común no casan.

¿Es más peligroso entre los adolescentes el Tik-tok que otras redes sociales?

—Es una red peligrosa como las otras. Quizás se filtran menos los contenidos pero todas lo son. Las viralizaciones son lo más grave. Antes te bajabas los pantalones en el colegio y lo veían los que estaban a tu lado, y hoy lo pueden ver miles, millones de personas.