Trabajadores de la central térmica desconocen qué planes tiene Endesa para el futuro de la planta. | Gemma Andreu

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La transición energética acelera en Menorca sin que todavía se conozcan los planes de futuro de Endesa para su central del puerto de Maó. A la compañía del grupo italiano Enel le está empezando a pasar de largo el tren de la revolución ecológica en la Isla. Se le acaba el tiempo, si quiere mantener cierta cuota en el mercado de la producción eléctrica insular, que durante décadas ha señoreado sin apenas competencia, con un modelo de negocio alimentado por ayudas públicas que está llamado a desaparecer.

Desde hace años la eléctrica viene anunciando proyectos para utilizar combustibles menos contaminantes como el gas natural y el hidrógeno verde en la central, medidas transitorias que cada año que pasa van perdiendo sentido para la estrategia nacional y el objetivo anunciado por la propia empresa de llegar a las cero emisiones en la producción eléctrica para 2040. Nada se sabe del curso que han seguido esas declaraciones de intenciones, ni siquiera si ese compromiso de transformación para la térmica continúa en pie. La empresa da la callada por respuesta y sus casi 50 empleados siguen en vilo por su futuro.

La primera de las propuestas que Endesa puso sobre la mesa para reducir las emisiones de la central de Maó, el paso al gas natural, se hizo pública en 2019. El proyecto suponía una inversión de 26,7 millones (más tarde se recalculó en 40) para que algunos grupos de generación de la térmica se alimentaran de este hidrocarburo por medio de una cadena logística marítima: que el gas llegara licuado y volviera a su estado gaseoso en una planta de regasificación en el Cós Nou. Reclamada por partidos y administraciones desde hace años, la iniciativa llegaba ya entonces muy justa de tiempo. Ahora, a las puertas de 2025, se antoja directamente desfasada, habida cuenta que solo permite reducir un 25 por ciento la emisión de CO2.

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La directiva europea de reducciones de emisiones industriales que había sido aprobada en 2010 daba un plazo de diez años para bajar las emisiones de óxidos de nitrógeno. Parecía una buena oportunidad para transformar la central de Maó y no limitare cumplir por la mínima las poco ambiciosas exigencias normativas. Finalmente se optó, de prisa y corriendo, por el aprobado raspado, con un proyecto de 18,5 millones de euros de dinero público que se empezó a redactar en 2017: la refrigeración de solo tres de los ocho grupos de la central con agua depurada. Para el 1 de enero de 2020 logró estar en marcha, aunque durante meses se tuvo que trasladar el agua con camiones cisterna a la espera de las obras de canalización desde Es Castell.

Intenciones

En 2021, Endesa anunciaba otro proyecto de transformación de la central, este para que parte de sus grupos pasasen a funcionar con hidrógeno verde producido en Mallorca y transportado con barcos hasta el puerto de Maó, 42 millones de inversión inicial para otra solución parcial –se seguiría utilizando gasoil– que cada año que pasa va perdiendo consistencia. Ya en su momento los expertos la veían muy ineficiente. Cuatro años después, visto el despliegue presente y futuro de las energías renovables y de las interconexiones submarinas, empieza a sonar un tanto rocambolesca.

Ambos planteamientos son intentos de la compañía por retener la máxima cuota de mercado en la generación insular contando con el apoyo del Ministerio para la Transición Ecológica. Pero este apoyo estatal puede que no llegue nunca. Hay que tener en cuenta que la futura construcción del segundo enlace submarino entre Mallorca y la Península, que está dentro de la planificación de la red de transporte 2021-2026, está llamado a cambiar las reglas del juego. La idea es que las retribuciones adicionales a las inversiones y a la generación para los territorios extrapeninsulares, ese trato diferencial que se le da a los productores de electricidad del Archipiélago por las peculiaridades de un sistema aislado, desaparezcan cuando se pueda dar por integrado el sistema balear en el conjunto de la Península.

La transformación de la central de Maó va perdiendo interés para el Gobierno, que se pensará muy mucho autorizar grandes inversiones de larga amortización en una térmica cada vez menos importante. Quizá ya no sea necesaria esa transformación, visto que se dibuja un horizonte con gran presencia de parques solares, el segundo enlace con Mallorca, los proyectos de almacenamiento de energía e incluso la llegada de la eólica marina. A día de hoy, el escenario más factible a medio plazo es que el Gobierno termine ofreciendo una compensación a Endesa, pero no para transformar la central, sino para que mantenga algún grupo de generación preparado por si algo falla, convirtiéndose en una mera infraestructura de emergencia.

El apunte

Las tibias medidas para reducir las emisiones tomadas hasta ahora

La central ha tomado medidas muy tibias para reducir sus emisiones en los últimos años. Las más sonadas han sido el sistema de refrigeración implantado en tres de los ocho grupos para cumplir por los pelos con la directiva europea y la erradicación del uso del fueloil, que terminó dando argumentos a la empresa para reclamar autorización para poder triplicar el tiempo de uso anual de sus motores más contaminantes, que pone en marcha cada verano.