Una chelista viaja su instrumento, para el que ha tenido que comprar un asiento en el avión.

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Las restrictivas políticas de equipaje de las compañías son uno de los principales quebraderos de cabeza para los pasajeros, motivan cada año gran parte de las quejas de los usuarios del transporte aéreo. La incertidumbre sobre el cumplimiento de las medidas máximas, los sustos en la zona de embarque y los recargos económicos generan habitualmente escenas de tensión entre los viajeros, una problemática que afecta especialmente a colectivos que están obligados a volar con objetos delicados de grandes dimensiones, el caso de músicos profesionales que se desplazan con instrumentos de gran valor del tipo de los violonchelos, contrabajos, tubas, trombones, etcétera.

Todos ellos superan las medidas máximas exigidas por las aerolíneas para poder llevarlos en la cabina como equipaje de mano y los profesionales no quieren arriesgarse a facturarlos ante el peligro cierto de que el instrumento termine aplastado por el resto de maletas o  afectados por los cambios de presión y temperatura. La solución pasa por «pagar otro billete para que viaje el chelo conmigo», explica Álvaro Cardona, violonchelista profesional. «He visto instrumentos rotos y no me voy a arriesgar», explica. Su postura es la misma que la de otros compañeros de profesión, que no quieren perder de vista herramientas de trabajo que a esos niveles no cuestan menos de 15.000 euros.

«Salir de la Isla con un instrumento es una locura», explica Cardona, quien asegura que el precio de los billetes le ha llegado a salir más caro de lo que iba a cobrar por tocar fuera de Menorca. Llevar consigo el instrumento «no es un capricho», asegura, mientras subraya que el descuento de residente se aplica al asiento del músico, pero no al que se adquiere para poder viajar con el instrumento. El resultado son precios desorbitados que no solo suponen un freno para potenciar la exportación de talento musical menorquín, sino también para la llegada de músicos de fuera.

En ese sentido se expresa la directora del Conservatori Professional de Música i Dansa de Menorca, Mar Vidal. «Es un problema añadido para los músicos y para entidades como la nuestra, que trabajamos con un gran número de músicos de fuera». Explica un caso que resulta paradigmático para entender la problemática que sufren los músicos profesionales con el transporte aéreo. «Hemos tenido que comprar una viola para que pudiera venir una profesora a dar clases», relata.

Es el caso de una profesional de Bilbao a la que se quería contratar para venir a dar clases media jornada a la Isla.  «Cuando vio lo que le iba a costar ir y volver con su viola, pagando otro billete para asegurarse de que no sufriría ningún daño, iba a renunciar al trabajo». La solución para no perder esa oferta formativa y quedarse sin un puesto que es de muy difícil cobertura fue adquirir una viola.

Aunque la Unión Europea hace una década aprobó una normativa para obligar a las compañías a facilitar el transporte de instrumentos musicales en cabina, lo cierto es que el problema no se ha resuelto. Músicos menorquines reivindican, como mínimo, que se permita a los residentes beneficiarse del descuento también en el billete del instrumento musical.

El apunte

Equipaje especial, un problema al que también se enfrentan algunos deportistas

Viajar con cualquier objeto que exceda las dimensiones de una maleta normal o que pueda llegar a ser considerado peligroso se ha convertido en un problema para muchos deportistas de la Isla, que, para ir progresando en sus disciplinas, tienen que viajar fuera de Menorca.

Elementos como sticks, tablas, patines de hoja, remos e incluso raquetas de tenis obligan a los deportistas, los clubes y las familias a hacer una muy buena previsión del viaje y a pagar cantidades extra para facturar estos elementos, con recargos que ahogan las economías, sobre todo de los jóvenes.

El último caso lo expuso en las sección de Opinión de este diario un joven menorquín de 19 años, Ignasi Fernández, al que Vueling obligó a pagar 60 euros extra por llevar una raqueta en el avión. El joven, que se está sacando el curso de entrenador de tenis en Barcelona, explica que en julio tuvo que viajar ocho veces a Barcelona y que el precio de facturar en cada viaje su equipaje deportivo es prohibitivo. Reclama que las administraciones tomen cartas en el asunto.