En muchos aparcamientos de la Isla, como este de la zona de Sa Punta de Maó, las autocaravanas de los turistas conviven con las de muchos residentes que han sido expulsados del mercado inmobiliario y han optado por esta forma de vida | Katerina Pu

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La crisis en el acceso a la vivienda ha provocado en los últimos años la proliferación de asentamientos de autocaravanas y vehículos similares en Eivissa y Mallorca, así como en numerosas zonas de España, un fenómeno que ahora también se está expandiendo con fuerza en Menorca, impulsado por la práctica imposibilidad de encontrar un alquiler asequible en la Isla.

Los precios desorbitados y la desaparición de la oferta de alquiler residencial, que ha sido reemplazada por el alquiler turístico, han provocado que cada vez más personas, muchas de ellas con un contrato laboral, se vean impulsadas a comprar una autocaravana o una furgoneta camperizada, y opten por este modo de vida para huir de un mercado inmobiliario que se ha convertido en una pesadilla. Por ello, cada vez son más los residentes que conviven en aparcamientos de toda la Isla, tanto en zonas urbanas como rústicas, con los numerosos visitantes que optan por el turismo de autocaravanas, un sector que está experimentando un gran crecimiento en los últimos años.

Cambio de vida

Después de pasarse un año y medio buscando un piso asequible con la madre de su hijo sin conseguir ningún resultado, Rafael Córdoba decidió liarse la manta a la cabeza y se gastó todos sus ahorros en una autocaravana, en la cual vive solo desde hace dos años. Se ha instalado en una zona apartada de Es Castell, en un espacio en el cual llegan a reunirse hasta seis autocaravanas y furgonetas. «Tras mucho tiempo buscando me rendí y cogí los ahorros y 10.000 euros de una indemnización que me pagaron por un accidente laboral y los invertí en una autocaravana, pero me quedé sin un euro», relata.

Ahora Rafael, que cobra una pensión por incapacidad permanente, está aprendiendo a vivir con lo justo y en un espacio limitado, pero a cambio asegura que ha ganado en sosiego. «Cuando vives en un piso tienes la presión de que te aumenten el alquiler o de que te corten el agua o la luz, pero cuando te compras una autocaravana y te apartas un poco de la sociedad todo esto desaparece, y vives más tranquilo», enfatiza, mientras recuerda los años en los que se vio obligado a compartir pisos con personas a las que no conocía y con las que la convivencia era difícil.

Sobre la vida en una autocaravana, Rafael asegura que el secreto es aprender a conformarse con poco y a medir todos los gastos, aunque él se considera un afortunado, puesto que en su vehículo cuenta con placas solares, que le permiten tener luz y cargar el móvil. También dispone de un váter químico, que suele vaciar en el área de servicio para autocaravanas de Punta Prima, y carga agua en casa de un amigo.

Un lugar seguro para dormir

Frente a Rafael vive María (nombre ficticio), que hace dos años se compró una vieja furgoneta por 4.500 euros, y que poco a poco ha ido acondicionando para vivir, para lo cual calcula que ya lleva gastados otros 12.000 euros. «Yo trabajo de manera intermitente y la furgoneta me ha costado mucho dinero, pero para mí significa la tranquilidad de que no me van a echar de un día para otro, y de tener un sitio donde poner un colchón y poder dormir», afirma.

Como muchas otras personas que se ven abocadas a vivir en una autocaravana, María vivió una auténtica odisea antes de optar por esta solución y recuerda que hasta llegó a dormir en una terraza. «La última vez que me echaron de un piso solo me avisaron con un mes de antelación, y que te echen así es un drama existencial», lamenta, mientras recuerda que cuando llegó a Menorca desde la Península, hace once años, encontró un piso de alquiler de dos habitaciones por solo 350 euros. «Esto ahora es una utopía», asevera.

Rafael y María cuentan que junto a ellos vive una mujer que trabaja en un hotel de Es Castell, y que ya pasó la covid-19 en su caravana. Aseguran que entre ellos se ayudan y cuidan del entorno, aunque a veces tienen que compartir el espacio con personas que hacen turismo de autocaravana, y que «ponen música alta toda la noche y dejan la basura tirada por ahí». También se quejan de que la implantación de la recogida puerta a puerta les ha complicado la vida. «Solo pedimos al Ayuntamiento un punto para tirar la basura y para cargar agua», remarcan.