Unos militares cachean a un civil en la frontera de Tulcan que comunica con Colombia. | KAREN TORO/Reuters

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El colectivo de ecuatorianos que reside en Menorca sigue con inquietud la situación por la que atraviesa su país, una vez el propio presidente de la República, Daniel Noboa, haya admitido que se halla en un conflicto armado interno que le llevó a decretar el estado de excepción hace poco    más de una semana. Considerado uno de los países más violentos del continente, los ecuatorianos han pasado de la inseguridad al terror general por diferentes causas, una de ellas la llegada de muchos disidentes de las FARC a Ecuador tras el acuerdo de paz con Colombia, o que desde 2021 los guías penitenciarios dejaron de poder usar armas, sumado todo ello al problema estructural en el país.

Los ‘narcos' controlan desde las cárceles lo que sucede en el exterior y el gobierno ha decidido combatir la violencia poniendo a 22.400 militares en la calle en una ofensiva contra las 22 bandas criminales y narcotrafincantes que desde hace varios días imponen el terror al pueblo.

Partidarios y detractores de Noboa, las divisiones internas también se dejan sentir entre los alrededor de 600 ecuatorianos que hay en Menorca, según el Ibestat, cifra que se ha incrementado en el último año, explica Lucía Sorrosa, vicepresidenta de la Asociación Atahualpa, Residentes en Menorca, quien vive en Maó desde hace algo más de dos décadas.

«Lo que pasa es más grave de lo que llega aquí, es lo que me explica mi familia que vive en Guayaquil», uno de los focos del conflicto. Añade Lucía que «todos tienen un miedo tremendo a salir porque no saben si van a poder regresar», describe la ecuatoriana, «es una guerra interna en toda regla». Considera que Ecuador era un país relativamente tranquilo pero en tres o cuatro años ha ganado en violencia, delincuencia y narcotráfico como nunca. «Ahora hay extorsión hasta para permitir que salgan a trabajar, somos unos títeres, lamentablemente». La posición del país, entre Colombia y Perú, los grandes productores de cocaína, le ha convertido en un nuevo frente clave del tráfico de drogas con bandas enfrentadas para controlar el territorio pero unidas contra el gobierno.

La ofensiva contra el narcotráfico ha tenido su repercusión en Ecuador. «Colombia, con la ayuda de Estados Unidos, cerró las costas del, Pacífico en su país y ahora los traficantes colombianos y de México buscan la alternativa pasando la droga a través de Ecuador, repito que somos títeres porque aquí no había narcotráfico a esos niveles».

No cree, Lucía Sorrosa, que el presidente Noboa haya caído en la tentación de la corrupción «porque es hijo de un empresario multimillonario, es muy joven pero está suficientemente preparado». Lo que necesita es contar con más fuerzas militares y policiales, «pero para eso, si nos traen soldados americanos o de Argentina, tenemos que darles manutención y no hay dinero para eso, de ahí que Noboa quiera subir el IVA», indica, por el estancamiento económico del país. Hay que sacar el narcotráfico de Ecuador tomando ejemplo de otros países, opina.

«Es triste, pero con lo que está pasando se puede desencadenar una guerra civil entre los que apoyaban al anterior presidente, Rafael Correa, y los que siguen a Noboa», explica Rocío Donoso, ecuatoriana residente en Maó desde hace dos años. No le falta razón a tenor del mensaje desafiante lanzado a las redes sociales por el ministro de Defensa, Gian Carlo Loffredo. «Quisieron infundir temor pero despertaron nuestra ira», escribía hace unos días el gobernante.

Para Rocío, la responsabilidad de lo que está pasando es del actual presidente «porque le falta experiencia, le están convenciendo para privatizar empresas, subir impuestos, reducir el gasto público y mantener a la gente con miedo para evitar que se rebelen». Recuerda que Estados Unidos dispone de bases militares en el país, «pero nunca se ha podido controlar el narcotráfico porque los norteamericanos nunca hacen nada a cambio de nada», opina la ecuatoriana residente en Maó.

«Hemos retrocedido en sanidad, transporte, economía, los alimentos se encarecen porque cada vez es más complicado que los transportistas pasen por la sierra, pero muchos paisanos no se dan cuenta y no cambian su voto», añade Rocío. «Nos cosen a impuestos y ellos siguen permitiendo el narcotráfico».

El otro problema es que las bandas criminales reclutan a gente muy joven, «los que asaltaron el canal de televisión el miércoles de la pasada semana eran casi adolescentes a los que obligan a colaborar amenazando a sus familias». La población sufre el mismo temor y las incomodidades del estado de excepción con los militares patrullando las calles. «No se puede salir entre las 11 de la noche y las 5 de la mañana, pero ya recomiendan no hacerlo a ninguna hora del día», relata Rocío.

El apunte

Más de 1.500 detenciones en una semana, la ofensiva militar

La oleada de violencia ya se ha traducido en 16 muertos desde que el domingo día 7 se desencadenara el terror tras la fuga de la prisión de Guayaquil de Adolfo Macías, alías «Fito», jefe de Los Choneros, la    principal banda criminal de país. Hay motines en las cárceles, que están siendo ya controlados, saqueos en comercios de Guayaquil y Quito, principalmente, un ataque a un canal de televisión que emitía el directo, el transporte público funciona al ralentí, y muchas escuelas permanecen cerradas. Los militares y la policía han practicado casi 1.534 detenciones estos días en más de 41 operaciones contra estos grupos, entre ellos 158 arrestados por supuestos actos de terrorismo. Desde el domingo el estado ecuatoriano asegura que ha conseguido liberar a 201 guías penitenciarios y personal administrativo que estaba retenidos en algunos centros de privación de libertad.