El psicólogo y educador Jaume Funes Artiaga. | Carlos Gurpegui

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«Me he dedicado a estar con vidas que a veces sufren», asegura Jaume Funes, psicólogo y educador, especializado en adolescentes y que hoy participa como ponente en las X Jornadas de Enfermedades Minoritarias y Discapacidad en el Consell.Hablará sobre su libro «Cuando la vida nos duele» y explicará que la pandemia en realidad no empeoró nuestra salud mental sino que fue «un espejo, nos descubrió cosas obvias, como que la vida es frágil, que la seguridad total no existe», y surgieron malestares que en realidad ya existían.

¿Cómo mantener el bienestar emocional cuando enfermas?

—En este encuentro estamos ante personas que viven con unas determinadas disfunciones o con enfermedades singulares, pero la reflexión va más allá, el bienestar emocional tiene que ver con un cierto acuerdo con la vida que uno vive, las posibilidades de la vida que le dejan tener, la capacidad de gestionar cómo se siente. Una persona que va de hospital en hospital tiene emociones, vivencias. Las personas a su alrededor podemos ayudar a que gestionen una cierta calma dentro de sus dificultades y las complejidades de la vida.

¿Es cierto que aumentan los trastornos mentales?

—Creo que ese mensaje es equivocado. En realidad lo que descubrimos con la pandemia es que vivimos condiciones de malestar en unas sociedades que generan malestar, explotación, angustia, o    presión para ser feliz, hay personas que no logran ser felices de acuerdo con el mercado y se sienten superadas. En este mundo enloquecido muchas veces se nos olvidan las razones para vivir, hay adolescentes que se lo preguntan. El mensaje que deseo transmitir vendría a ser que no convirtamos nuestras dificultades para vivir en una enfermedad biológica, porque al final caemos en manos de una industria farmacéutica y en una lógica medicalista de la vida en la que cualquier cosa se ha de resolver con pastillas.

Se busca un diagnóstico y una curación rápida.

—Vivimos en una sociedad que insiste en que debe haber una causa para lo que me pasa, tiene que tener un nombre y un remedio. En realidad las enfermedades de la vida se deben entender como momentos en los que no me aclaro conmigo mismo y padezco; momentos en los que tengo dificultades con los otros, o momentos en los que no puedo tirar adelante. Son enfermedades del ser humano. Es probable que una pastilla ayude a una persona que vive    en la melancolía permanente y que decimos que está deprimida, pero necesita más cosas, igual hay que ayudarle a que descubra cómo se siente por dentro.

¿La sociedad actual depende demasiado de los fármacos?

—Las drogas que más aumentan son las de farmacia, los psicofármacos, especialmente en adultos, hace más de una década. Los jóvenes de hoy han crecido viendo a sus padres tomar una aspirina cuando les dolía algo, son generaciones que vieron que cualquier dolor tiene un remedio con una pastilla, ya ni se plantean qué les pasa. Si además están sometidos a estrés, en muchos lugares hay una de cada tres chicas de Bachillerato que toma algún tranquilizante ante la presión brutal de tener buena nota para acceder a la universidad, esto es una inducción social, lo creamos.

¿Qué alternativa hay para afrontar los problemas vitales y los estados de ánimo?

—Soportar la vida. En mi libro explico también el derecho a drogarse sanamente, no vendamos filosofía y literatura a personas que padecen, ni les digamos que eso se arregla abrazando árboles. No hay que padecer más si tenemos la pastilla tranquilizadora, el problema viene cuando quieres reducir cualquier dificultad, malestar o falta de encaje con esa pastilla. Cualquier remedio tiene que pasar por la palabra que escucha, encontrar con quién hablar, no siempre acudir al médico, igual en un centro cívico, si mis colegas psicólogos pudieran estar allí, o si pudieras ir a salud mental sin esperar tres meses. No siempre hay que poner un nombre, cada vez hay más etiquetas, son útiles para algunos trastornos mentales complejos, para otros solo necesitamos que nos escuchen y nos ayuden entender qué nos pasa. Y también experiencias positivas que compensen: un buen amor, un rato con amigos.

¿Por qué cunde entre los jóvenes la angustia por el futuro?

—Los motivos para crecer y situarse en la vida han ido cambiando, antes era el trabajo, la familia..., pero ahora el trabajo ya no construye nada el imaginario colectivo de los jóvenes, eso lleva al abandono escolar. Si el futuro ya no era un argumento para ordenar vidas jóvenes la pandemia lo oscureció más. Esa idea de vivir en el día a día, sobrevivir como sea, se acabó instaurando en un sector de los jóvenes. Hay una especie de desmotivación estructural de esta sociedad, que es muy gerontocrática. Muchos jóvenes se desconectan y le compran al mercado lo que les ofrezca: tener muchos seguidores, ser tiktoker o tener dinero para irse de fiesta el fin de semana.

El apunte

Este jueves comienzan unas jornadas que ponen el foco en las emociones

Este jueves se inauguran en el Consell las Jornadas de Enfermedades Minoritarias y Discapacidad, centradas en el bienestar emocional y que se desarrollarán hasta mañana viernes. Además de Jaume Funes, entre los ponentes de esta primera jornada están Jordi Grané, Jordi Cruz, Belén Calafell y Olga López. Además se contará con el testimonio de Sara Riudavets.