Sucursal de BBVA vacía desde hace años en Maó. Sus particularidades complican que alguien se interese por ella. | Josep Bagur Gomila

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Los locales se encuentran a pie de calle, generalmente, en los cascos antiguos de los diferentes pueblos de Menorca. Disponen, en muchos casos, de una extensa superficie y de un espacio acogedor y eficaz. Sin embargo, están vacíos y cerrados. Esta es la imagen que se repite a lo largo y ancho de la Isla tras el cierre progresivo de oficinas bancarias que ha dejado tras de sí un reguero de inmuebles difíciles de recuperar por sus particularidades.

La ola de fusiones y la transición para pasar de la tradicional atención presencial en las sucursales a la atención online mediante los canales digitales conlleva, además de un impacto en la ciudadanía y la exclusión digital de los clientes más mayores, repercusiones cada vez más evidentes en el tejido urbano, que va acumulando oficinas bancarias clausuradas que se pasan largas temporadas en desuso y degradan la imagen del barrio.

Futuro incierto

Si bien están disponibles para comprarlos o alquilarlos, estos locales están ubicados en puntos estratégicos y, aunque los precios varían de uno a otro, suponen el desembolso de un importe más que considerable que no todos los posibles ocupantes pueden asumir. Hay excepciones, como la antigua sucursal del Banco Santander en Es Castell, que cerró en 2021 y reabrió como una tienda multiespacio en la que cortarse el pelo, tatuarse y comprar material de padel y tenis.

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Local de la antigua oficina del BBVA en Sant Lluís, en desuso desde hace años | Josep Bagur

La tendencia es, no obstante, esa proliferación de establecimientos bancarios que quedan vacantes y que se suman a una larga lista de locales vacíos sin planes de futuro definidos a la vista. En Ciutadella, Ferreries, Sant Lluís o Maó. Son muchos los ejemplos que uno se encuentra al pasear por los centros de los distintos municipios y que, sobre todo en estos últimos años, se han hecho notar.   

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Definir estrategias

«Hay que estudiar lo que tenemos, para qué lo queremos y cómo se podrían reutilizar para que estos espacios no se abandonen en el tiempo y supongan un deterioro y un coste mayor», expone Roser Román, arquitecta investigadora sobre vivienda digna y revitalización de ciudades desde la gestión de edificios vacíos. Román insiste, en este sentido, en la necesidad de ser «coherentes y responsables» con el modelo de ciudad y las políticas para conseguirlo.

Tener presente dónde están y cuáles son las necesidades del barrio es, para Roser Román, clave a la hora de determinar qué hacer con las antiguas oficinas bancarias actualmente cerradas. Igual de importante es, para ella, crear un equipo interdisciplinar que evite adoptar «soluciones parche» y ayude a tomar decisiones efectivas en base a la falta de    vivienda o servicios, por ejemplo. «Hay que abrir los ojos y adaptar la normativa a las necesidades», subraya.

Se refiere, específicamente, a las normas relativas a la densidad y habitabilidad que impiden, en muchos casos, dividir o transformar un local en una vivienda. Lo mismo advierte Enric Taltavull, presidente de la demarcación del Colegio Oficial de Arquitectos de Balears en Menorca, que apunta a que, el plan territorial establece «densidades bajas» y que los establecimientos no siempre cumplen con las condiciones mínimas de vivienda.

Cesión de uso temporal

Una posible salida para las sucursales bancarias clausuradas es, mientras se habilitan mecanismos y herramientas para darles un futuro, optar a la cesión de uso temporal no solo de estos locales, sino también de otros en desuso como la antigua nave de SEAT, el histórico edificio de Correos o la mítica Sala Augusta de Maó, de acuerdo con la arquitecta e investigadora Roser Román. «También es necesario que las administraciones dispongan, además de suelo, de edificios y locales de este tipo en propiedad para darles un uso», añade Román, que insiste en la necesidad, asimismo, de facilitar la instalación de empresas y negocios de artesanía en estos establecimientos. «Hemos dejado que las franquicias entren en los centros históricos y hemos desterrado a artesanos y a pequeñas industrias a los polígonos», aclara la arquitecta e investigadora.