Lafau visitó el ‘Mateu Orfila’ para presentar el nuevo Plan Estratégico de Salud Mental | Josep Bagur Gomila

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Licenciado en medicina y cirugía general, el doctor Oriol Lafau lleva casi 30 años dedicándose a la psiquiatría y otros siete a cargo de la coordinación autonómica de Salud Mental de Balears. Reside desde 1995 en Mallorca, isla en la que ha desarrollado su carrera profesional. Ayer visitó el Hospital Mateu Orfila para presentar el nuevo Plan Estratégico para el Bienestar Emocional y Salud Mental de Balears 2023-2029, que se está redactando con las aportaciones de las administraciones y entidades del tercer sector que trabajan en la atención de las enfermedades mentales.

¿En qué se diferencia este plan del resto?
—Es un plan completamente diferente que no tiene nada que ver con los planes anteriores ni con los del resto del Estado, es una acción pionera. Se han implicado diferentes consellerias, los consells insulares y los ayuntamientos de las islas. También participan las entidades del tercer sector y las asociaciones de personas afectadas con el objetivo de dar una visión diferente y estratégica. Nos planteamos el proyecto de vida de las personas que sufren una enfermedad mental y buscamos que las instituciones se acoplen a la realización de ese proyecto de vida. Este cambio de paradigma pasa por elaborar un documento que nos permita actuar, de verdad y de una vez por todas, de forma transversal en Balears. Es la única forma de salir adelante.

Habla de la implicación de diferentes actores de la sociedad, ¿quizá porque todo lo que nos rodea influye en nuestra salud mental?
—Totalmente. El contexto tiene mucho que ver. La situación actual de pospandemia, la guerra en Ucrania, la inflación económica, el cambio climático... Hay muchos factores sociales que hacen que hayamos visto un aumento del 16 por ciento de las consultas en Salud Mental. Esto no había pasado nunca. En Educación están con los pelos de punta porque están detectando muchísimos casos de malestar emocional dentro de las aulas. El contexto actual ha hecho salir a la luz muchas enfermedades mentales y mucho malestar emocional. Que una persona lo esté pasando mal y le receten un psicofármaco no tiene sentido si no puede acceder a una renta, a una formación o a una vivienda.

¿Cómo estamos en Balears?
—Estamos peor, pero en la misma línea que el resto del Estado. Ha aumentado un 27 por ciento la tentativa de suicidio en jóvenes y un 45 en adultos, también se han incrementado un 20 por ciento los trastornos de la conducta alimentaria en adultos y un 100 por ciento en niños y jóvenes. La situación ha cambiado de forma repentina y los recursos que tenemos en Salud Mental han sido insuficientes.

El nuevo plan incluye velar por el bienestar emocional. ¿Es una materia pendiente en Balears?
—Es una materia claramente deficitaria. En Valencia están intentando poner en marcha una asignatura en escuelas e institutos de gestión emocional y me parece una muy buena idea. Hablamos muy poco de las emociones y que se empezara a tratar el tema en centros educativos me parecería adecuado y útil. Es verdad que gestionamos mal nuestras emociones, cómo expresamos y cómo recibimos las expresiones. Por eso, debería ponerse el acento sobre el tema de la gestión emocional.

Las cifras indican que las enfermedades mentales prevalecen en las mujeres. ¿Por qué es esto así?
—Existe un sesgo de género que tiene que ver con el patriarcado en el que vivimos. Una mujer, por el hecho de ser mujer, tiene siete veces más posibilidades de recibir un diagnóstico de salud mental que un hombre. No es que las mujeres enfermen más que los hombres, es que se expresan más que ellos y enseguida se las tilda de ansiosas o depresivas. Los hombres, por el contrario, expresamos menos nuestras emociones, con lo que tenemos siete veces más posibilidades de salir de la consulta del médico de Atención Primaria con un analgésico o una prueba diagnóstica. Predomina la visión de convertir la expresión en enfermedad y esto es un problema. El 15,5 por ciento de la población de Balears toma psicofármacos y, de este porcentaje, el 70 por ciento son mujeres. Expresarse es algo positivo, pero acaba transformándose en algo negativo cuando, por el hecho de llorar en la consulta, por ejemplo, te recetan un psicofármaco. Llorar es una expresión emocional y no es ninguna enfermedad. En este sentido, a la hora de elaborar políticas de salud mental, hay que tener una visión feminista para evitar penalizar a la mujer cada vez que expresa sus emociones. Hay que tener en cuenta ese sesgo de género. Al final, si el médico es un hombre también tienes más posibilidades de ser diagnosticada que si es una mujer. Depende mucho de quién te atienda, de quién seas y de cómo te expreses.

Cada vez más famosos comparten sus problemas de salud mental. ¿Las cosas están cambiando o sigue siendo un tema tabú?
—Siempre ha sido un tema tabú. Que haya gente relevante que expresa su malestar emocional nos ayuda mucho a combatir el estigma. También estamos viendo un cambio a nivel generacional. A los jóvenes les resulta más fácil expresarse emocionalmente y nos están dando una lección que debemos atender. Los adultos, desde que tenemos los primeros síntomas de una enfermedad mental hasta que recibimos el diagnóstico, podemos esperar hasta 10 años por vergüenza, porque nos cuesta más admitir que no estamos bien. Por eso, y en muchos casos, cuando recibimos el diagnóstico, estamos cronificados.

¿Por qué siguen existiendo esos prejuicios, por qué nos cuesta tanto pedir ayuda?
—Porque la salud mental siempre se ha relacionado con una causa de voluntariedad. Frases como «no estás bien porque quieres» o «si hicieras un esfuerzo estarías mejor» son absolutamente falsas y nos hacen creer que somos culpables y débiles. Las enfermedades mentales no tienen nada que ver con la voluntariedad. Cuando una persona tiene una gripe no la tiene porque quiere, lo mismo cuando una persona tiene una enfermedad mental. Además, si no la tratas, no se curará, sino que empeorará y puede llevar al suicidio. Esto afecta más a los hombres, que consuman el 75 por ciento de los suicidios, y tiene que ver, en parte, con el patriarcado y esa visión del hombre fuerte que no puede estar mal.

¿Cómo revertimos estas cifras?
—Esta nueva visión estratégica de la salud mental que comentaba al principio y que nos implica a todos es fundamental. Ahora, además, estamos a punto de redactar el Pacto Balear para afianzar este cambio a nivel político y conseguir que permanezca a pesar de los colores políticos.

Por si alguien lo necesita... ¿Qué hacer para cuidar nuestras emociones y nuestra salud mental?
—Hay dos cosas que son muy sencillas y muy potentes. Una es sonreír, porque nuestro cerebro segrega hormonas que tienen que ver con la mejora emocional. La otra es ser amable, porque tener en cuenta al otro y tratarlo bien impulsa el bienestar emocional. Si sonreímos y somos amables, seguramente estaremos emocionalmente mucho mejor. Sé que las dos cosas no son fáciles de mantener, pero si nos empeñamos en intentarlo, tendrán un impacto en la calidad emocional.