Imagen del pasado jueves, que muestra la exuberante belleza del recorrido, con el espectacular lago subterráneo iluminado que muy pronto podrá ser contemplado ‘in situ’.

TW
4

Menorca está a punto de desenvolver al fin el nuevo regalo que le ofrece su inagotable riqueza natural. Se ha hecho esperar pero la apertura de las cuevas de Cala Blanca ya es una realidad. Después de décadas clausuradas, años en que se fantaseó con la idea de hacerlas accesibles al gran público y de sacarles un rendimiento turístico, después de anuncios precipitados de reapertura, financiaciones perdidas y retrasos varios en la complicada tramitación del proyecto, finalmente la primera de las cavidades naturales de la zona, la Cova de s'Aigua, está lista para mostrar a residentes y turistas sus 2.500 metros de formaciones geológicas de gran valor y su espectacular lago interior. Aunque la gravedad que está cobrando la crisis sanitaria en la Isla obligará a esperar un poquito más.

La virulencia de la tercera ola ha alterado el calendario previsto por la dirección insular de Proyectos Sostenibles, dependiente del departamento de Medio Ambiente y Reserva de Biosfera del Consell. Tenían programado realizar la presentación pública y la inauguración oficial del recinto subterráneo a finales de este mes de enero y que las cuevas ya empezaran a recibir visitas en febrero. Sin embargo, la delicada situación sanitaria ha recomendado aguardar un poco más, esperar a que la curva de contagios descienda. No es momento para inauguraciones, ni tampoco para llamamientos a unas visitas que las restricciones de las autoridades sanitarias obligarían a reducir a la mínima expresión.

Esa planificación incluía un periodo de tres meses –febrero, marzo y abril– de puertas abiertas, un trimestre de margen para que principalmente los residentes pudieran saciar su curiosidad y disfrutar gratuitamente de este nuevo atractivo natural y turístico antes de que con el inicio oficial de la temporada, en mayo, se empezara a cobrar por la entrada. La intención se mantiene aunque probablemente –dependerá de la evolución de la pandemia– se acorte algo el periodo de puertas abiertas.

El acceso a la cavidad natural contará con una silla elevadora para personas con movilidad reducida.

En ese periodo de tres meses hay que terminar de afinar los estudios económicos para evaluar aspectos claves para la gestión del recinto, como el precio de entrada, la principal vía de ingresos para hacer rentable un producto turístico que el Consell prevé poder abrir a la gestión privada en el futuro. Todo apunta a que el precio máximo de la entrada rondará los diez euros, sobre los que se aplicarán descuentos para determinados colectivos como las personas mayores, los niños, los escolares, etcétera.

Las visitas se realizarán siempre en grupos de 15 personas y se calcula que el recorrido, de 110 metros de longitud, no durará más de media hora. A lo largo de la pasarela que se ha instalado, se han habilitado hasta siete paradas, puntos ensanchados en el itinerario pensados para que los guías ayuden a los visitantes a interpretar lo que están viendo. No tendrán que esperar mucho para comprobar la belleza del entorno subterráneo. Los visitantes descenderán por unas escaleras (las personas con movilidad reducida podrán usar una silla elevadora) y ya en la primera zona de reunión empezarán a ver las primeras columnas.

A lo largo del recorrido podrán observar diferentes formaciones geológicas entre las que destaca un denso conjunto de estalactitas de diferentes formas y tamaños, así como columnas y coladas estalagmíticas. Las sorprendentes formaciones proliferan a lo largo de un recorrido que se detiene en el acceso a un lago subterráneo (la iluminación con LED resalta su belleza). Desde ahí se observa un segundo lago, aunque no es accesible. El proyecto seguirá creciendo en una segunda fase que permitirá observar la nueva cueva adyacente descubierta en el año 2016.