Antes de dejarse caer por aquí, Theresia había viajado mucho, pero no acababa de encontrar su lugar en el mundo. Sin embargo, confiesa que cuando llegó a la Isla «fue la primera vez que no sentí la necesidad de irme de un lugar». Y aquí sigue.
Tengo entendido que no hay muchos belgas en Menorca. ¿Conoce algún otro?
—Mucha gente me pregunta lo mismo, y solo conozco una pareja de paisajistas que viven en la Isla durante temporadas. Que viva de forma permanente no conozco a ninguno.
¿Cuál es su historia?
—Pues estaba viviendo en Barcelona, donde me encontraba estudiando la carrera, y para variar y no pasar todo el año en una ciudad venía los veranos a la Isla. En un momento dado me quedé embarazada y pensé que éste era el mejor lugar para vivir y criar a mi hijo. Así que me quedé. Desde entonces no me he arrepentido de esa decisión ni un solo día de mi vida.
¿Qué le conquistó?
—La tranquilidad, la naturaleza tan cuidada; que todo se mantiene, que el paisaje no está interrumpido por edificios feos, que es algo que encuentras en casi toda España, la fealdad por el boom de la construcción. Eso no lo ves, aquí siempre tienes belleza cerca.
A los 18 años se fue de su país.
—Sí, para viajar. Me gusta mucho mi país pero no tanto el clima (risas). Es horroroso. Es por eso que decidí continuar con mis estudios en Barcelona. Desde joven siempre me atrajo mucho la idea de viajar, y España apareció por casualidad, ya que con 16 años hice de au pair en los Pirineos y me gustó mucho. Así fue como conocí el país, y por eso decidí venir una año antes de comenzar a estudiar la carrera.
La de Bellas Artes, aunque tengo entendido que aquí también desempeña otra profesión.
—Sí, desde hace dos años, en la oficina de coordinación de AENA, que se encarga desde cosas tan pequeñas como la limpieza hasta del aparcamiento de los aviones. Es como el centro neurológico del aeropuerto.
Un mundo totalmente opuesto al artístico.
—Sí, pero me encanta. Me gusta, porque es el otro extremo a lo que hago en mi estudio, una cosa muy calculada, diferente a la faceta artística, ese contraste me equilibra.
En ese equilibrio, ¿qué papel juega el arte?
—Me gustaría con el tiempo poder dedicarme completamente a él, pero por el momento, como tengo un hijo pequeño, me lo tomo tranquilamente. Disfruto mucho pintando, y eso es importante, para mí es una necesidad. Y como da sus frutos, pues bienvenidos sean, y a largo plazo espero que esto vaya a más poco a poco.
¿Se puede vivir en Menorca del arte?
—No soy demasiado ambiciosa, pero me gustaría de aquí a diez años vivir solo del arte. Creo que se puede hacer produciendo aquí pero vendiendo fuera. Lo que yo hago o, mejor dicho, hacia donde yo estoy yendo, porque el arte es un camino largo y nunca sabes dónde vas a acabar, no creo que se termine vendiendo aquí. Pero fuera se puede encontrar un buen mercado, y gracias a internet hoy en día hay muchas galería on line.
¿Cómo definiría su estilo?
—Me gusta partir de colores, de formas, de manchas para luego ir definiendo, para ir contando historias; trabajar la luz. En cuanto al contenido de mi obra trato el temas de la memoria y de los recuerdos. Esto abarca la mayoría de las veces la infancia, los sueños y la simbología relacionada con ambos. Una línea que quiero seguir ahora es indagar sobre la simbología de los animales en nuestra memoria colectiva, aquí en occidente.
¿Qué busca a través del arte?
—El arte, y la creatividad en general, es una cosa necesaria para el ser humano, creo que nos hace mejores seres el aprender a buscar nuestra parte creativa. Pero no lo que te enseñan en clase de dibujo en los colegios, va más allá y puede abarcar cosas como preparar un plato rico, bonito y apetecible o hacer un mueble. Tener un momento de concentración máxima en el que tú vas viendo sobre la marcha un camino muy claro, aunque puede que al final no resulte y lo acabes tirando.
¿En su caso cómo nació esa creatividad?
—Todos somos creativos pero nos terminan cortando las alas por decirlo de alguna forma. En mi familia siempre me han estimulado mucho en ese sentido. La educación artística, más que aprender a dibujar o pintar, es un enfoque de vida. Pero como nos enseñan a ser prácticos y útiles para la sociedad, el arte puede parecer inútil, pero nos hace mucho más inteligentes, creo. Aprendes a usar la cabeza de otra forma y dar opciones a lo improbable, a investigar, a que surjan las cosas. Creo que esa capacidad no se ha de perder.
Lleva pocos años por aquí pero ha conseguido ser una figura relativamente conocida y ganadora de varios certámenes.
—Parece que sí. Lo curioso es que al principio pensaba que para mí venir a vivir a la Isla era como una muerte artística, y ha sido todo lo contrario. Ha sido un lugar en el que he encontrado gente afín y con ganas, como el colectivo Omni o el estudio Barbar, en el que estoy ahora; personas con ganas de hacer cosas y enfocar el arte de una forma fresca e innovadora. Pensaba que aquí no iba a avanzar en el tema artístico, pero al ser un lugar que ofrece tanta paz me ha hecho que me fuera concentrándome más en ese trabajo, y creo que la Isla me ha ayudado mucho en eso.
Además de trabajar, en Barbar pretenden acercar el arte a la gente con el modelo de un estudio abierto.
—La idea es ofrecer una alternativa y lo bueno es que con la visita la gente puede respirar de alguna forma el arte contemporáneo. Las cuatro personas que estamos en Barbar somos muy diferentes, hacemos cosas distintas. Tenemos diferentes enfoque y creo que eso es lo interesante del proyecto, cuatro propuestas poco convencionales del arte que la gente puede ver en vivo, para mí ese es nuestro punto fuerte.
Es como una clase de arte en directo.
—Sí, y al visitante le puede llegar a sorprender lo poco planificado que es el arte; es un proceso que va surgiendo sobre la marcha. Yo entiendo más bien el arte como una investigación continua con los materiales que usas, no sabes lo que va a salir. Es una búsqueda constante. En mi opinión creo que lo planificado estropea la creatividad.
¿Tiene planes de quedarse aquí para siempre?
—De momento estoy encantada. Es difícil competir con Menorca a la hora de encontrar un buen lugar para vivir. El hecho de tener un hijo menorquín me hace sentirme también más menorquina a mí. Aunque no acabo de entrar del todo en la sociedad menorquina, lo hago poco a poco; noto como que la gente tiene cierta precaución con alguien de fuera, o igual es que los que no somos de aquí somos muy lanzados. Pero me produce mucha curiosidad la forma de ser de los menorquines, porque son muy tranquilos y tienen bastante humor, dan esa sensación de como que las cosas están bien como están, y eso es lo que más me gusta de los menorquines.
¿Qué echa de menos de su país?
—Es normal que uno siempre se sienta a gusto con los códigos sociales de su país, y por eso cuesta más conectar con gente que no es de tu cultura; cuando regresas a casa notas que la charla es más fácil, y eso a veces lo echo de menos, pero tengo que admitir que después de 18 años, y vivir casi tanto tiempo en mi país como fuera, ya no noto tanto esa diferencia. Lo notaba mucho en cosas como las bromas o el humor, para mí fue una de las cosas más difíciles, aprender a apreciar el humor español. Ahora me encanta, me parece un humor súper inteligente, fino, sutil.
¿Tan diferente es al belga?
—Muy diferente. El belga se parece más al humor inglés, más irónico, tipo Monty Python, con doble sentido y sarcástico.
Veo que le interesa especialmente el tema del humor.
—Sí, y creo que es una de las cosas más difíciles de analizar y de entender de una cultura. Me ha costado mucho llegar a escuchar un chiste de un español y reírme a carcajadas pero de verdad.
4 comentarios
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Em sorpren que digui que no hi ha edificis lletjos.
Però quina classe de comentari és aquest Joan de Ciutadella? Que té a veure que sigui guapa o lletja? Queda clar que si fos lletja no li desitjaries sort? Ella parla de l'art i la seva experiència vital, i tu només veus el seu fisic? Micromasclismes com aquests no s'han de tolerar, i són tants, i cada dia...
Muy guapa esta chica!! le deseo lo mejor!!
... los belgas son especiales... y si equivalen a los de Lepe a la hora de hacer de ellos los blancos del humor, será porque saben dibujar como ninguno -visitad le musée de la BD-, o el de Magritte... y también saben divertirse mejor que sus vecinos -la vida nocturna en las discos le da mil vuestas y atrae peregrinos de kilómetros a la redonda... por ello no les importan les histoires de belges, y son los que mejor aprecian el humor