La forense catalana en la sala de autopsias del tanatorio ubicado en Maó | Gemma Andreu

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En la distancia corta pocos sospecharían que están frente a alguien habituado a diseccionar con precisión cuerpos inertes a la búsqueda de explicaciones, valorar daños corporales o cotejar atentados contra la libertad sexual, entre otras muchas funciones. Habitualmente risueña y poseedora de una simpatía natural, Gemma Guitart Pinedo (Sagunto, 1976) es la subdirectora en funciones del Instituto de Medicina Legal en Menorca.

Licenciada en Medicina y Cirugía en la Universidad Autónoma de Barcelona, se ríe cuando admite que mucha gente la llama 'doctora muerte' o 'la novia de la muerte'. Lo cierto es que Gemma pertenece al cuerpo de forenses desde 2005. Inició su trayectoria en Barcelona, la siguió en L'Hospitalet de Llobregat, Tarragona y, desde septiembre de 2013, ejerce en Menorca.

¿Cómo llegó a la Isla?
— Precipitadamente y gracias a Aina, la que era mi subdirectora en Tarragona. Ella pidió traslado como directora del Instituto de Medicina Legal en Palma y comentó que en Menorca se quedaban dos plazas de forense vacantes. Se lo comenté a mi pareja, le dije ¿qué hacemos? y, sin dudar, me contestó «las maletas». Así que, en menos de un mes, preparamos lo indispensable y nos vinimos.

¿La adaptación?
— El recibimiento de los compañeros hizo que todo marchara sobre ruedas. Mi pareja y yo necesitábamos un cambio de aires y Menorca, con su encanto especial, ha sido muy acertado para nosotros.

¿Qué le dijeron sus padres cuando les comunicó que quería ser médico forense?
— Siempre me apoyaron, como ahora. En una familia con tres hermanas, la primera psicóloga, la segunda criminóloga y yo, la última, médico... creo que ya no les sorprendía nada. Cuesta sobrellevar la distancia y ahora es cuando ves cuánto les quieres y necesitas.

¿Por qué eligió esta rama?
— Durante la carrera vas rotando por diferentes especialidades y ninguna me hizo sentir como cuando elegí medicina legal. Entonces supe que quería ser forense. La misma carrera te curte para superar lo que te vas a ir encontrando en el mundo profesional.

¿Es menos agradecida, aparentemente, que cualquier otra especialidad médica?
— Es verdad que no encuentras la recompensa que puedes tener curando a gente o salvando vidas. Aquí te rodeas de gente que sufre, de actos delictivos, de injusticias... Pero es lo que elegí. Cada caso, cada informe es totalmente diferente al anterior. Muy, muy interesante. ¡Alguien tiene que hacerlo!.

Se les relaciona siempre con las autopsias, pero su cometido es mucho más amplio...
— Nuestra actividad abarca muchos aspectos, y le aseguro que el porcentaje menor son los autopsias. Sobre todo informamos sobre la valoración del daño corporal, asistencia a detenidos, atentados contra la libertad sexual, demandas sociales, realización de informes psiquiátricos/estados mentales, incapacidades, internamientos involuntarios, violencia de género, asistencia a juicios...

Y autopsias...
— Sí, claro. Con mucha frecuencia inevitablemente hemos de realizar autopsias de muertes naturales, ya sea porque nadie certifica la causa de muerte o porque se trata de un individuo joven.

Mucha gente piensa que una parte de su trabajo es muy macabra. ¿Lo es?
— Me han llamado 'doctora muerte' o 'la novia de la muerte' (ríe). La mayoría piensa todavía que los forenses solo tratamos con muertos, pero no es verdad. Yo veo mi trabajo como necesario, interesante profesional y serio, para nada macabro.

¿Cómo recuerda la primera vez que se enfrentó a un cadáver?
— Una de las primeras ocasiones en las que vi un cadáver tuve una sensación de ahogo. Ya en la sala de autopsias, encima de la mesa de trabajo yacía un hombre casi idéntico a un amigo mío. Afortunadamente para mi amigo, no era él.

¿Y desde entonces?
— Recuerdo también un accidente de tráfico. Era un chico de poco más de 20 años que presentaba un 80 por ciento de quemaduras en su cuerpo. Y no he olvidado desde entonces el tatuaje en forma de estrella que tenía en un codo.

¿Qué tiene más trascendencia para llevar a cabo su trabajo, el levantamiento del cadáver o la autopsia?
— Ambas cuestiones son importantísimas y complementarias. La búsqueda de indicios en el lugar de los hechos, antecedentes, posición del cadáver y demás, son imprescindibles para orientar una buena autopsia. En este sentido, una de las cosas buenas que tenemos los forenses en Menorca, es que tú eres la persona que sigue el caso desde el principio hasta el final.

¿Cuál es el caso más desagradable con el que se ha encontrado en su trayectoria?
— Los más desagradables son cuando trabajamos con cadáveres que se hayan en avanzado estado de putrefacción.

¿Y los más complicados?
— Sin lugar a dudas, cuando se trata de menores. Piensas en lo injusto que es y, además, el dolor de la familia se te queda grabado para siempre.

¿Le cuesta desconectar de su trabajo o lo tiene completamente asumido?
— Personalmente me cuesta conseguirlo. Aunque no quieras siempre acabas pensando en aquel informe, en cómo sucedió aquello. Pero gracias a mi pareja y a los buenos amigos que he encontrado en Menorca, todos me hacen sentir como en casa. Puedo aparcar momentáneamente los pensamientos y, además, el entorno isleño ayuda mucho a conseguirlo.

¿Requiere una preparación psicológica especial?
— No. Como ya he señalado, durante la carrera universitaria ves tantas cosas en las asignaturas de anatomía cuando tomas contacto con los muertos en la piscina de formol, que llegado el momento de ejercer la profesión ya estás preparado para lo que te vas a encontrar.