La primera lluvia ha llegado esta temporada demasiado tarde para el sector agrario menorquín. Los efectos de la prolongada sequía siguen siendo visibles en el paisaje rural y en los bolsillos de los payeses, que deben seguir alimentando a su ganado sin que a estas alturas del otoño hayan podido crecer los pastos por falta de lluvia.
Los entre 15 y 20 litros por metro cuadrado caídos el martes han sido insuficientes para satisfacer la sed que arrastra la tierra. A esto hay que añadir la incidencia de la tramontana, que ha secado todo rastro de humedad.
La preocupación crece entre los payeses porque no hay pastos. «Estamos desesperados», explica el presidente de FAGME, Pau Bosch, quien afirma que «no descartamos dirigirnos al Consell y al Govern balear para que se apliquen medidas compensatorias».
La campaña agrícola lleva un retraso de entre uno y dos meses. «Hasta ahora hemos tenido que alimentar al ganado con las reservas, pero se están empezando a agotar», explica.
Lo peor del caso, según apunta, es que «por mucho que llueva ahora, aún tendremos que esperar hasta que los pastos hayan crecido». Señala que «no es lo mismo que llueva en septiembre que a las puertas de noviembre. Ahora hay menos horas de sol y si llega el frío el crecimiento se ralentiza».
La preocupación es compartida por el presidente de Unió de Pagesos, Manel Martí, «el retraso de lluvias es importante y esto incide para que la cosecha arranque bien. Tememos que el ganado no pueda pastar hasta diciembre o incluso hasta Navidad».
Esto significa, según señala, mantener el ganado con las reservas, que están empezando a agotarse en muchas fincas. Algunas incluso, de la zona norte, que no tienen pozo propio, se han visto obligadas a comprar agua.
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