asaban 15 minutos del mediodía del 26 de junio de 1953 cuando la décima Batería del Regimiento de Artillería de Menorca se encontraba dispuesta a realizar un ejercicio de fogueo con un cañón Vickers del calibre 38,1 en Sant Llorenç de Llucalari.
Se trataba de una práctica habitual dentro del proceso de instrucción de los reclutas en una calurosa mañana de verano. Sin embargo, lo rutinario se convirtió en tragedia: 23 militares perdieron la vida.
Este año se ha cumplido el 60 aniversario de tan triste efeméride, una tragedia que con el paso del tiempo ha quedado en cierto modo en el olvido y que ya en su día pasó bastante desapercibida.
Eran otros tiempos, los del Caudillo, en una isla más aislada que en la actualidad y todo rodeado con el halo de secretismo del que siempre ha hecho gala el Ejército.
Jesús Hernando Bayo, militar de carrera en excedencia para ejercer como abogado, es una de las personas que mejor conoce los hechos gracias a su trabajo como archivero en el Museo Militar.
En pocas palabras, resume «que no hay precedentes de un hecho similar». Según el informe que pasó por sus manos todo se desencadenó cuando las puertas del ascensor que tenía que elevar la carga pellizcó uno de los sacos de pólvora. Al elevarse la maquinaria se produjo una chispa que provocó una tremenda deflagración.
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