Santo Sepulcro. La imagen, flanqueada por agentes de la Guardia Civil y ornamentada con claveles rojos, desfiló arropada por cientos de fieles - Javier

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Los ojos llorosos, las cabezas cabizbajas en busca de esperanza, los pies descalzos sobre el asfalto y el fervor por ver cumplir una promesa fueron ayer la viva estampa de la devoción y el sentimiento.

La Iglesia se vistió de luto para rememorar el drama de la muerte de Cristo en el Calvario en busca de la salvación del pecado y la vida eterna. Y lo hizo no solo con una sentida y fervorosa procesión sino también a través de pequeños pero significativos signos de fe. El ayuno y la abstinencia de los fieles y los tonos rojizos de los ornamentos de los sacerdotes en recuerdo de la sangre derramada así lo expresaban.

A mediodía, la parroquia de Santa Maria de Maó escuchó "Las Siete Palabras" de Haydn que interpretó la orquesta del Ateneu. La portavoz del grupo instrumental aprovechó la ocasión para reflexionar sobre problemas y dolores actuales, tales como la ecología y las injusticias. El acto continuó con la lectura del poema "Lágrima" de Jaime Gil de Biedma para, posteriormente, dejarse llevar por la preciosidad de la pieza.

Por la tarde, los feligreses participaron en la celebración litúrgica de la muerte del Señor. El párroco de Santa Maria de Maó, Josep Manguán, habló de la salvación que llega desde "la insólita imagen del calvario". Para el sacerdote, "el amor es la expresión sublime de Dios y sólo el amor salva". De ahí que recordara "la paradoja de la derrota que es victoria, la victoria de la gracia por encima del pecado, del perdón sobre la venganza, de la vida sobre la muerte".

Caía la noche cuando el repique de tambores anunciaba el inicio de la procesión del Santo Entierro que iba a impregnar de duelo los pueblos de Maó, Ciutadella, Es Migjorn Gran, Sant Lluís, Es Mercadal y Ferreries. Por ejemplo, en este último pueblo, abrían la procesión los cofrades de Jesús Nazareno siguiéndole los centuriones escoltando al Jesús Yaciente y detrás, María la Dolorosa. Fue en la iglesia de Santa Maria donde tuvo lugar el sermón de La Soledad. La Banda de Música y la Coral Clau de Sol interpretaron diversas piezas musicales durante todo el recorrido, según informa el corresponsal de "Es Diari" Joan Janer.

En la Plaça Constitució de Maó lucía una intensa oscuridad. Las trompetas y los tambores sonaban y se entremezclaban desde varios puntos de la ciudad hasta que, a las ocho y veinte de la noche, llegaba con paso firme la primera cofradía, la de San Pedro Apóstol y acto seguido, Nuestra Señora de la Piedad. Diez minutos después hacía acto de presencia la cofradía del Via Crucis con La Verónica, a paso ligero.

Eran las nueve menos cuarto cuando tres centuriones abrían y daban inicio a una larga pero fervorosa procesión. La cofradía del Via Crucis había empezado a procesionar venerando a la imagen de La Verónica, entre calles y plazas sumidas en una plena oscuridad, que muy poco agradó a los fieles y que algunos vecinos intentaron suavizar desde sus casas. A su paso, el murmullo de los asistentes se mudaba en un silencio rotundo que hacia retumbar el repique de los tambores.

Entre la oscuridad de la noche y la leve luz de las velas, que se apagaban por mor al viento, aparecía el paso de la Negación de San Pedro seguido de la Cofradía de la Piedad y San Juan Evangelista con El Cireneo y la imagen de San Juan Evangelista con José de Arimatea y Nicodemo. La Santa Cruz con María Magdalena a sus pies avanzaba poderosa ornamentada con rosas, lirios y claveles rojos.

La música sonaba triste. La inglesa Gwent Touring Band participó en el solemne acto del Sant Entierro del Señor. Y abría paso al Santo Sepulcro flanqueado y custodiado por la Guardia Civil. La Confraternidad de San Cornelio Centurión precedía a Nuestra Señora de los Dolores, La Soledad, que procesionaba bellísima entre claveles blancos.

Cerraba la procesión la Banda Municipal de Maó y un tupido velo de penitentes quienes abandonaban la Plaça Constitució a las diez de la noche.

El desfile regresó a la Plaça Constitució donde, cientos de feligreses fueron testigos del sermón que pronunció el sacerdote Josep Manguán. "Hoy asistimos a una presencia cristiana familiar casi escondida a lo largo del año que sale a la calle para manifestar la adhesión a aquello que es nuclear a nuestra fe, el amor generoso y fiel de Jesucristo que se entrega hasta la muerte ignominiosa de la cruz a la espera de la victoria de la resurrección". La Virgen estuvo muy presente en las palabras del sacerdote. "La contemplamos herida por el dolor pero firme, callada pero fiel, con el corazón traspasado pero siempre amando". De ahí que le pidió que "interceda para que la fe de los cofrades y sus familias esté bien arraigada y centrada en Jesucristo". Solicitó a la Virgen María que "en la cotidianeidad de cada día tengamos la osadía de vivir la fe que hoy, Viernes Santo, expresamos con sinceridad". Tuvo también unas palabras para el Papa Francisco al anunciar que "la Iglesia vive estos días el gozo de acoger al nuevo pastor que la guía en nombre de Jesús".

El Viernes Santo concluyó en el interior de la parroquia donde las cofradías del Santo Sepulcro y La Dolorosa escenificaron el Santo Entierro bajo la devota mirada de los centuriones.

En Ciutadella, las cofradías salieron de su parroquia para concentrarse en la Plaça de la Catedral e iniciar la procesión del Santo Entierro. La Cruz abría el desfile, seguido de los Pueri Cantores de La Catedral. Participaron la cofradía Hossanna, la de la Buena Muerte, la del Nazareno, la cofradía del San Cristo, La Piedad, el Santo Sepulcro, y la Soledad. La Banda Municipal y la Capella Davídica ofrecieron a lo largo del recorrido piezas cargadas de sentimiento y devoción. Cerraba la procesión el clero y el obispo Salvador Giménez.

Cabe señalar que la procesión de Es Mercadal se saldó con un pequeño susto. Mientras el desfile discurría por el Camí Tramuntana, un contador de luz se incendió aunque pudo ser extinguido rápidamente con extintores.