Su profesión no es precisamente de las más comunes. ¿Por qué decidió dedicarse a la joyería?
Siempre se me han dado bien las manualidades y la artesanía. Cuando finalicé cuatro de ESO, no sabía qué estudiar y lo único que me llamó la atención que se pudiera hacer aquí era el grado medio de Joyería. Lo probé y me gustó. Después de dos años y hacer el proyecto final, me fui a Barcelona a estudiar el grado superior. Cuando volví a Menorca, monté mi taller en casa. Ahora hago encargos y mis propias colecciones, así como alguna exposición.
¿Puede un joyero ganarse bien la vida en la Isla?
Son tiempos difíciles pero voy tirando, aunque cada vez hay menos trabajo. He decidido acudir a ferias en el exterior. En Barcelona se ha recuperado una que dejó de hacerse a la que voy a asistir, así como a una que se celebra en Munich, Alemania. Iré con el que fue mi maestro, Santi Capó, y con otros dos joyeros más. Me hace ilusión.
¿Cómo definiría su estilo?
Es minimalista, de formas rectas. Son piezas de oro y plata, mate, sin brillo. A la hora de crear, me puedo inspirar con cualquier objeto que me llame la atención. Al final, las joyas son esculturas en miniatura.
Hace un par de días recibió su diploma de maestro artesano. ¿Qué le llevó a solicitarlo?
Es garantía y prestigio para mis creaciones. Ya lo había pedido hace un tiempo pero no me lo dieron por la aleación de oro, ya que yo fundo y hago piezas nuevas. Pero ahora ya lo he conseguido y está bien porque así se demuestra que es un producto hecho a mano y elaborado.
¿Cuáles son sus planes de futuro?
Mi ilusión es ir a las ferias porque, si no, me quedo estancado. Tengo que hacer colecciones nuevas y también poner en marcha una página web donde mostrar todo lo que hago. Mi objetivo es darme a conocer.
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