Insomnio, sonambulismo, apnea del sueño. Un cuadro médico "compatible" con síndrome ansiosodepresivo por falta de sueño, como factor más importante. Es el parte facultativo que exhibe una de las residentes del complejo de apartamentos Christine Beach Club, en el Lago de Cala en Bosch. La ocupante del bungalow, que prefiere no identificarse, tiene claro cuál es el origen de sus males: los incesantes ruidos que turban, cada noche, sus deseos de paz y de tranquilidad. Proceden, en su mayor parte, de los locales con licencia de café-concierto que existen en la zona, cuya acción ha llevado a otro vecino y a su esposa a plantar batalla en los Juzgados por el control de las actividades en el Lago. Un triple contencioso que abre un frente difícil de cerrar: el que plantea la reconversión de un número cada vez mayor de bares y cafeterías en locales de ocio, que han acabado por transformarse en focos de ruido y de molestias.
Por tercera vez en dos meses, un grupo de vecinos del Christine Beach Club fueron recibidos el pasado lunes por la alcaldesa, Pilar Carbonero, para tratar de buscar alguna luz. Los responsables municipales opusieron falta de medios, y certificaron que en todos los locales denunciados se han colocado limitadores de sonido. Tras la calma que sucedió a las horas posteriores a la reunión, los ruidos no han tardado en volver con la misma cansina insistencia de cada noche.
Un asunto muy viejo
El asunto viene de lejos. Los residentes del complejo de apartamentos llevan, en realidad, denunciando las molestias de estos locales desde hace el verano de 2003, hace siete años. Tanto es así que su paciencia parece haber llegado al límite. Si nada lo remedia, los vecinos del Christine Beach denunciarán la próxima semana el caso ante los Juzgados. El pasado 2 de julio, uno de los propietarios de los bungalows registró una instancia avisando de sus intenciones. "Si en el plazo de diez días no solucionan estos hechos, denunciados infinidad de veces, los demandaremos en los Juzgados". No se trata de una broma. De hecho, no serían los primeros residentes de la zona en llevar al Ayuntamiento ante el Juzgado por su inhibición ante el problema de los ruidos.
Los argumentos expuestos por este grupo de vecinos son meridianos: el "excesivo" ruido de algunos bares –"Britannia", "Legend's", "Flamingo's", "Chaplin's", "Shamrock"- y las actividades exteriores que realizan algunos establecimientos hoteleros, como el Hotel Casas del Lago y el Hotel Cala en Bosc, hacen "imposible" vivir en el Lago. El origen de las molestias es diverso: televisión en las terrazas sin limitadores (ninguno de los vecinos que viven en la zona da el menor crédito, a estas alturas, a las afirmaciones del Ayuntamiento), animaciones exteriores y música en vivo sin limitación de sonido, problemas de orden público a altas horas de la madrugada en las terrazas exteriores de los bares, etc. Los vecinos se quejan de la situación, con una mezcla de amargura y escepticismo: "Llevamos varios años denunciando estos hechos, llamando a la Policía en incontables ocasiones, realizando sonometrías positivas en los bares denunciados. Pedimos soluciones para las 26 viviendas del complejo Christine Beach Club, porque la zona, además de turística, es residencial". Transcurrida casi una semana desde la última reunión, los residentes parecen tener claro que nada les frenará esta vez a la hora de pedir amparo a los tribunales. Una conclusión a la que han llegado tras siete años de duro escarmiento y después de comprobar "la incompetencia o tolerancia que sigue reinando en este Ayuntamiento por parte de la señora alcaldesa, y los concejales de Turismo, Gobernación y Policía".
Como una enredadera
Desde el exterior, el murmullo incontrolable que huye de las terrazas sube como una enredadera hasta el interior mismo del apartamento donde vive una de las sufridas residentes del complejo. El ruido golpea machacona y rítmicamente el armazón de su cabeza. Debajo, el 'Pub Chaplin's'; enfrente, el 'Britannia'; en una esquina, el 'Flamingo's'; y, en la parte de atrás, el 'Shamrock'. Algunos de estos locales han llegado a cerrar sus puertas a las cuatro y media de la madrugada. Últimamente –afirma- lo hacen algo más temprano: a las dos, o dos y media de la madrugada. El descanso dura poco. Cada mañana, a las ocho, le despierta con exasperante puntualidad el estruendo provocado en el local de abajo por la mujer de la limpieza al desplazar las sillas y las mesas y arrastrarlas contra el suelo. "Esta zona no reúne las condiciones para que el Ayuntamiento dé licencias de café-concierto", se queja amargamente. "Además, estos edificios –señala al bungalow, uno de los 26 que integran el Christine Beach Club- han sido hechos con un cemento que transmite fácilmente el ruido. El edificio no puede soportarlos".
La sufrida residente del Christine Beach Club no es la única que está harta de los ruidos. Cansado de bregar con la Administración, Francisco Javier Cañizares, que posee dos apartamentos en la zona y que regenta un bufé de abogados en Barcelona, ha presentado tres pleitos en los Juzgados de Palma para que sean los tribunales quienes quiten o den razones. En uno de ellos, solicita que el Ayuntamiento de Ciutadella revise de oficio las licencias de instalación, apertura y funcionamiento del 'Flamingo Bar' y que las declare nulas de pleno derecho. El segundo de los contenciosos también se dirige contra el consistorio, al que reclama el expediente administrativo de los bares y restaurantes abiertos en los 31 locales de la calle Portitxol que, junto a los 26 apartamentos del piso superior, integran el complejo Christine Beach Club. La tercera denuncia tiene que ver con la instalación de rótulos y carteles luminosos por parte de los bares, sin disponer de licencia.
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