Imagen de las últimas elecciones de 2019, en la que además de las municipales y autonómicas, se votaban las europeas | Gemma Andreu

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El fantasma de la abstención vuelve a planear sobre la jornada electoral del próximo domingo. La renuncia del derecho a voto es un fenómeno creciente y se ceba especialmente con los comicios municipales. Hace cuatro años 29.711 menorquines en edad de votar, casi el 43 por ciento del total, no se molestaron en escoger a sus alcaldes, un motivo de preocupación para los partidos políticos por el incierto efecto que puede tener sobre los resultados, dependiendo del sentido del voto que no llega a la urna, pero también como síntoma de una desafección política que perjudica a todos.

Observando la evolución de la abstención en las elecciones municipales habría que concluir que seguirá creciendo y probablemente supere la barrera de las 30.000 ausencias. En 2019 el número de menorquines que no pasó por el colegio electoral alcanzó una cota récord y el porcentaje ha ido creciendo con algún vaivén poco significativo en las últimas cinco décadas. Lejos queda ese 29 por ciento de abstención de los primeras elecciones municipales, que tienen mucho menos tirón entre el electorado que las generales.

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Como muestra, lo que ocurrió en el año 2019, cuando los comicios nacionales y los municipales se celebraban con un mes de diferencia. En los primeros la participación fue diez puntos porcentuales superior. Tradicionalmente las rivalidades de ámbito nacionales tienden a movilizar más a los menorquines. Habrá que ver si el acento estatal que se ha querido dar a la campaña por parte de algunos partidos tiene su efecto en la participación.

Una de las grandes preguntas que se hacen los analistas políticos es quién sale beneficiado de una abstención alta. Se ha hablado mucho de que son los votantes de izquierdas los más dados a desencantarse y renunciar a votar, pero analizando la evolución de la participación en Menorca se hace difícil encontrar una correlación entre una baja participación y unos malos resultados para la izquierda. De hecho hay ejemplos de todo lo contrario. El PP logró una mayoría absoluta incontestable en el año 2011 con una abstención relativamente baja, del 33,9 por ciento, mientras que en 2019 la izquierda consiguió mayorías con una abstención récord.

La comparación entre municipios revela una realidad. Los vecinos de los pueblos más pequeños son los que más se movilizan. Es Migjorn y Ferreries siempre han encabezado el ranking de participación. En los primeros años de la democracia era Maó quien concentraba la mayor abstención; sin embargo, a partir del año 2015 Ciutadella se ha erigido como el gran feudo de los abstencionistas, que han llegado a rozar la mitad de los electores en los últimos años.