Un evento, convocado a través de redes sociales, que llevó por título «Davall es pont», el mismo del fanzine que allí presentaron los artistas participantes, el número tres de una colección conocida como ZAA (Zona Artísticamente Autónoma). Así, el túnel se convirtió durante unas horas en una galería de arte alternativa, un lugar utilizado para «cuestionar cuáles son las estructuras que sostienen el elitismo del arte a partir de un espacio público y periférico, sin permiso ni ayuda institucional», en palabras de los organizadores. Una peculiar manera de hacer público un discurso centrado en «denunciar la centralización paternalista de la gestión cultural que favorece a unos y discrimina a muchos otros».
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En el texto de presentación del evento se argumentaba que «los artistas hemos sido excluidos de las decisiones culturales, pero nosotros reivindicamos nuestras capacidades, nuestra profesionalidad y nuestra autonomía al margen de sus normas; reivindicamos la certeza de la importancia del arte y la cultura como una herramienta de reflexión, impulsora de cambios sociales».
El evento debajo del puente se convirtió en un símbolo para escenificar «la precariedad del arte», pero también de «la vida» y cuestiones como el difícil acceso a la vivienda o la degradación del territorio «a causa de la masificación turística, que provocan el enriquecimiento personal de unos cuantos a cambio de la precariedad de todos los otros».
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La performance fue también, en palabras de Cristòfol Pons, una especie de elogio al extrarradio, «de amor por lo periférico, que no obligatoriamente tiene que ser bonito». En contraposición con la tendencia de los espacios regentados en el centro de Ciutadella, donde se busca la estética, el colectivo reivindica «esos otros espacios que forman parte de la realidad».
La acción cultural se llevó acabo en un lugar ya intervenido artísticamente, donde lucen numerosos trabajos de artistas callejeros. Un espacio, previamente acondicionado por los promotores del evento, al que posteriormente se sumaron los cuadros de los participantes. Una acción artística, en palabras de Aina Pla Planas, «libre, sin ningún tipo de atadura económica ni política».
1 comentario
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Habría que cotejar estos graffitis con los que hay por todo el pueblo y urbanizaciones y meterle 5000 euros de multa a cada uno ó a sus padres , con lo bonito que es expresar el arte en un lienzo