Francisco Conceicao y Cristiano Ronaldo celebran el tanto de la victoria. | ABEDIN TAHERKENAREH

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Portugal Portugal 2

República Checa Rep. Checa 1

Eurocopa - Grupo F | Jornada 1 | 18/06 21:00 | Final

Inagotable, insistente, voraz pero extrañamente ineficaz, Cristiano Ronaldo, en el día que se proclamó el "rey de reyes" de las Eurocopas, se chocó contra el conservadurismo de la República Checa y con su portero Jindrich Stanek, que frenó las intentonas del delantero luso en un encuentro en el que Francisco Conçeicao se erigió como el héroe del conjunto de Roberto Martínez con el tanto de la victoria (2-1) en el tiempo añadido.

Si hubo un jugador en Leipzig con ganas de focos, ese no fue otro que Cristiano. Fue el líder de Portugal. Una vez más y ya son veinte años los que acumula con su selección, mantuvo su innegociable hambre por marcar goles. Lo intentó todo, una y otra vez, pero no dio en la diana. Stanek, en sus ocasiones más claras (un mano a mano, un disparo desde el vértice del área y un lanzamiento de falta), frenó la voracidad del héroe luso, que acabó desesperado el choque con un cabezazo que estrelló en el palo en el último suspiro.

Sin embargo, Conceiçao, que saltó al terreno de juego en el minuto 90, solucionó la papeleta para sus compañeros con un remate agónico que dio los tres puntos a su equipo. La República Checa, mientras, con un solo disparo a puerta, el que sirvió a Provod para inaugurar el marcador, casi sacó petróleo de su incapacidad para generar nada excepto un sistema defensivo engorroso para Portugal, que una y otra vez se atascó en sus intentos por abrir una muralla casi inexpugnable.

La atractiva propuesta del combinado luso, el último de los favoritos en comparecer en la Eurocopa, pintaba bien para el equipo de Cristiano, con una ristra de nombres en sus filas con una calidad incontestable. Curiosamente, eran 21 de los 26 eran los mismos que fallaron en el Mundial de Catar 2022. Roberto Martínez, sustituto de Fernando Santos, generó ilusión antes del torneo con un cambio de estilo, no de nombres. Portugal encontró una forma más definida de jugar y llegó a su primera cita como una posible candidata. Pero Roberto Martínez, antes de enfrentarse a la República Checa, subió la apuesta: su camino hacia la victoria, según afirmó, debía estar cimentado en el buen juego. Eso, es innegociable para el técnico español. Y, jugadores para seguir esa ruta, tiene de sobra. Sólo tenía una duda: jugar con tres centrales o con dos.

Al final, introdujo en la alineación a Pepe y, junto a Dalot y Rúben Dias formó un centro inexpugnable para vigilar al gigantón del Bayer Leverkusen Schrick. La presencia de Pepe otorgó un récord al veterano central. Se convirtió, con 41 años, en el futbolista de más edad en jugar un partido de la Eurocopa. Se unió a Cristiano en el tema de las marcas: el delantero luso, añadió oficialmente su sexto torneo a su currículum y es el único en firmar semejante hazaña. Su ambición y voracidad sigue intacta. Cristiano, siempre quiere más. Es inagotable. Durante toda la primera parte, una y otra vez, fue el más insistente. No dejó de intentar desmarques, de dar instrucciones a sus compañeros, de señalar por dónde quería la pelota, de quejarse cuando recibía pases erráticos: en definitiva, Cristiano sigue igual.

Con el tiempo, se ha reubicado y reinventado sobre el terreno de juego. Es un delantero puro y duro. Pero, su carácter, es absolutamente el mismo. La ambición, por encima de todo. Y, entre el dominio de Portugal durante todo el primer acto, casi abusivo, emergió su figura para protagonizar las dos ocasiones claras de su selección.

Los únicos disparos entre los tres palos fueron suyos. En ambos, respondió el portero Stanek. Primero, en un clarísimo mano a mano pasada la media hora; después, con una estirada tras un disparo de Cristiano desde el vértice del área al borde del descanso. Eso fue todo lo que logró Portugal, aparte de varios disparos lejanos que no vieron portería. Con Vitinha al timón, un sucesor evidente de Luka Modric, y con la insistencia por la izquierda de Rafael Leao, el combinado luso, aunque sin premio, fue dueño y señor del primer acto. Los checos, mientras, se conformaron con aguantar el marcador y su entrenador, Ivan Hasek, todavía invicto después de nueve partidos al frente de la República Checa, se marchó satisfecho al descanso en medio de un aguacero.

La lluvia tampoco frenó la insistencia de Portugal, que continúo con sus agotadores intentos de romper la tela de araña tejida por la República Checa, aparentemente inexpugnable. Sólo dejó algún hueco muy de vez en cuando. Y, en casi todas, seguía Cristiano como el hombre más insistente y casi nada más salir de los vestuarios lo intentó con un cabezazo que despejó a córner en el último instante. Después, por aclamación popular, lanzó una falta que, otra vez, salvó Stanek. Y, casi de inmediato, llegó la tragedia. Provod, otro tiarrón de 1,89 centímetros, apareció por el borde del área de Portugal. Soltó un derechazo envenenado, con rosca hacia fuera y Diogo Costa, pese a su estirada, no pudo evitar el tanto de la República Checa.

El jugador del Sparta Praga dio en la diana en el primer disparo de su equipo. No hubo ninguno más antes. Ni fuera, ni a portería. Efectividad cien por cien. El plan de Stanek, había salido a la perfección. Tenía a Portugal donde quería: desesperada, embotellada y atascada y por detrás en el marcador a falta de un rato para el final. Sin embargo, por primera vez en todo el duelo, la suerte sonrío al equipo de Roberto Martínez. En medio del desconcierto de Portugal, apareció Hranac para marcarse un gol en propia meta. Stanek despejó un remate de Nuno Mendes, la pelota rebotó en los pies de su compañero y besó la red de la meta checa.

Se hizo justicia en el Leipzig Stadium y aún quedaban veinte minutos para el final, en los que Portugal casi se quedó en la orilla del éxito: Cristiano estrelló un cabezazo contra el palo, el rebote lo recogió Diogo Jota y por fin marcó el 2-1. Pero el VAR anuló el tanto por fuera de juego y Portugal, que ya lloraba por el empate, sonrió por la aparición final de Conceiçao, el hombre que consiguió apagar los focos que apuntaban a Cristiano.