Jordi Llopis, un base mandón con licencia para arbitrar

El director de juego del Cadete A del Alcázar combina la competición con sus primeros pasos en el arbitraje

Aquí, Llopis ejemplifica su labor como árbitro; y en la imagenn de abajo, demuestra su habilidad con la pelota | Gemma Andreu

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La semana del joven Jordi Llopis (Maó, 2010) se puede llegar a dividir en muchas vidas diferentes. De lunes a viernes, acude por la mañana al IES Pasqual Calbó i Caldés para cursar sus estudios de 3º de ESO, mientras que por la tarde se entrena en el Pabellón Padre Petrus, hogar del Alcázar, o incluso en Bintalfa, según se dé la ocasión.

El fin de semana se lo divide. Las noches de los viernes reparte asistencias y manda en las victorias de su cadete, dejando  los sábados libres para echarle una mano a los júniors en el Interilles. Los domingos se transforma por completo vistiéndose de árbitro, posición desde la cual aplica la ley con el mayor criterio posible. «También aprovecho para estudiar en los ratos libres que tengo», advierte el propio Jordi, quien lleva los estudios perfectamente al día gracias a su excelente organización.

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Pasión por el juego

Jordi se inició en el baloncesto a los 5 años. Desde entonces, ha escalado todas las categorías de la base del Alcázar como jugador e incluso ha llegado a probarse como ayudante de Jorge Acero, director deportivo de la entidad rojilla, en el Mini A masculino, campeón de Menorca y tercero de Balears.

Además, al cumplir 14 años, se acaba de federar como árbitro, una labor que lleva ejerciendo desde hace un par de años de puertas para adentro, pitando los partidos que celebra el propio club o similares. «El año pasado, Jorge vino un día y me preguntó si tenía ganas de arbitrar en la Basket Menorca Cup», explica sobre sus primeros pasos en el arbitraje, un mundo que le gustaba desde que «empezara a ver baloncesto» y que a su vez le ofrece «otra perspectiva» de este deporte.

«El pasado fin de semana fui al torneo Interilles, que es donde forman a los chavales. La experiencia fue muy guay», explica sobre su primer torneo ya como colegiado federado.

Mejor comprensión

El joven de 14 años asegura que la experiencia arbitral está haciendo mella en él de manera positiva. Por una parte, le ayuda a mejorar como jugador, pero por otro lado, este rol dentro del equipo repercute en una mejor gestión deportiva y emocional a la hora de impartir justicia. En definitiva, está creciendo como jugador, árbitro y persona.

Su nueva actividad se hace notar dentro del vestuario, ya que es capaz de corregir a sus compañeros en alguna de sus protestas. «A veces, cuando me pitan una falta a mí o a mis compañeros, ellos pueden llegar a protestar la decisión. Pero después reflexionas y ves que está bien pitado, por lo que se lo comentas y se lo explicas a tu compañero», relata Jordi sobre algunos de los episodios que cada vez son más habituales para él en la cancha. «A lo mejor también es el árbitro quien está equivocado y vas con tu compañero a discutir con él», asegura.

Y es que compitiendo sobre el parquet, a Jordi le gusta «distribuir y subir la pelota» desde el ‘1’, pero sobre todo mandar, como hacen los buenos bases. «Me gusta hacer piña y animar. Algunas veces me puedo enfadar con algún compañero, pero siendo quien distribuye me gusta que se juegue de una forma determinada. Está bien que se haga de otra manera, pero al final, quieras o no, te puede descolocar», admite el adolescente, consciente de que debe controlar estos detalles. «Soy muy cuadriculado en lo que al juego se refiere», reconoce.

A seguir compitiendo

Por el momento, Jordi prefiere continuar asumiendo el protagonismo sobre la pista organizando a su equipo, pero entre ser entrenador o    árbitro, lo tiene clarísimo: «Me gusta más arbitrar, aunque no descarto lo de ser entrenador en un futuro».