Pol Figueras posa sonriente sobre el parquet de Bintalfa antes de empezar la entrevista.  | Gemma Andreu

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Pol Figueras (La Selva del Camp, Tarragona, 1998) es tan sensato fuera de la pista como lo demuestra en ella a la hora de organizar a sus compañeros. Formado en La Masia, llegó a debutar con el primer equipo del Barça. El catalán lleva unos años viviendo entre su Cataluña natal (Barcelona y Girona), Galicia (Ourense y Obradoiro) y Balears (Fibwi Palma y Hestia Menorca). Con el Grado en Educación Primaria aparcado por el momento, Figueras está ahora totalmente centrado en su etapa en la Isla, donde está volviendo a disfrutar en la cancha y, especialmente, del sol.

Quién diría hace dos meses que perder en Burgos contra Tizona se sentiría como una decepción. ¿Cómo está el equipo?

—Un poco jodidos por la derrota, que fue algo dura. Por mirarlo desde una óptica positiva, el sentir una decepción muy grande por decir ‘éramos totalmente capaces de ganar en el campo de Tizona’, que es muy difícil, y perdiendo de dos en la prórroga... pues hace unos meses hubieses dicho ‘ostras’. Creo que estamos en una muy buena línea y en el camino correcto.

Pienso que tenemos que ser realistas, pero ambiciosos. Está bien que tengamos eso dentro cuando perdemos ese tipo de partidos que pensamos que nos podemos llevar.

Cuando firmó por el Hestia Menorca en julio, ¿se imaginaba esta situación en este momento de la temporada?

—En esta liga sirve de muy poco mirar plantillas y decir ‘con este roster estarás en esta posición’. El año pasado subieron Coruña y Lleida, que no eran claros candidatos al ascenso. Viendo cómo le había ido a Menorca la temporada anterior, con la misma filosofía del entrenador, yo me veía en esta posición de luchar por los play-offs.

Venía de Obradoiro, un transatlántico que se acabó hundiendo. ¿Qué planes tenía una vez se acaba la temporada? ¿Cómo se da esa llamada de Zamora?

—Después de un año en ACB en el que juego muy pocos minutos, un jugador lo que quiere es intentar jugar y sentirse importante en el equipo.

La conversación que tuve con ‘Zamo’ en verano me hizo creer que Menorca era un muy buen lugar para sentirme jugador. Es un proyecto humilde, porque al final aquí los recursos son los que hay, pero la ambición y la forma de trabajar de la gente me invitaban a pensar que este era un buen destino en el que continuar mi carrera y sacar lo máximo de mí.

Tras dos años en ACB, ¿consideraba que venir a la Isla era dar un paso atrás?

—En algunas situaciones lo puede parecer, pero creo que en este caso no. Primero, porque no tenía ofertas de ACB. Lo hubiese considerado un paso atrás si hubiese tenido la oportunidad de seguir en ACB y hubiese dicho ‘no, voy a jugar aquí’. Era el paso que tocaba dar en mi carrera. Creo que era el correcto.

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La llegada a Menorca dibuja un patrón muy claro en su carrera: Cataluña, Galicia y Balears. Ha repetido segunda etapa en el mismo orden. De momento, ¿con qué región se queda?

—(Risas) Sí, es cierto. No había caído en eso, la verdad. Son tres regiones muy diferentes entre sí. Les tengo mucho cariño tanto a Galicia como a Balears. Aquí está claro que lo que yo valoro muchísimo es la calidad de vida. Es decir, ver el sol casi cada día es una pasada después de estar el año pasado en Santiago de Compostela, que entre octubre y noviembre llovieron 50 días seguidos. Es duro.

En este sentido, yo soy una persona muy mediterránea. Necesito tener el mar al lado, el sol... Pero a Galicia le tengo muchísimo cariño. Me parece una región preciosa y es como mi segunda casa. Tiene unos paisajes espectaculares, mucha historia... Siempre intento, en los lugares donde estoy, conocer la cultura e integrarme mucho.

¿Se llegó a atrever con el gallego?

—Tan solo los básicos: bos días, boas tardes, grazas y poca cosa más (risas).

Siempre intentaba, cuando iba a comprar el pan o así, decir buenos días y buenas tardes en gallego. Entiendo alguna expresión, pero nada más.

Aparte del sol, ¿se encuentra cómodo en el resto de aspectos en la Isla?

—En este sentido estoy supercontento. Además, vivo en Binibèquer, que ahora mismo está desierto. Sí que es cierto que para nuestra vida como deportistas es un lugar ideal porque estás muy tranquilo. Todas las mañanas voy a entrenar, luego me acerco a la playa con mi perro... El 90 por ciento de los días como en la terraza porque sale el sol y eso para mí tiene un valor. Puede parecer una chorrada, pero para mí es ideal.

Estoy supercomodo en la Isla y creo que eso se refleja luego en la pista.

La salida de Jordan Davis implicó un crecimiento colectivo e individual. ¿Se sintió opacado con su llegada? ¿Tuvo alguna conversación con ‘Zamo’? ¿Qué cambió una vez salió?

—Ha sido un proceso natural, propio de cuando se producen fichajes, sobre todo en tu posición. Está claro que en el primer tramo de temporada tenía muchos minutos de protagonismo y cuando llegan Jalen (Cone) y Jordan (Davis) esos minutos se reducen. Cuando estuvo Jordan, todo cambió un poco porque era un jugador que absorbía muchísima pelota y era superdeterminante. Nos ayudó mucho.

Cuando se fue, todo el mundo se fue recolocando, en el buen sentido, y creo que ahora estamos en un momento en el que todos tenemos nuestro lugar y nuestro rol muy claro. Ahora estamos en nuestro mejor momento a nivel de juego y de conectar entre nosotros. Con Jordan, cuando estaba en la pista, yo intentaba hacer lo mejor para el equipo y lo sigo haciendo ahora, tenga más o menos minutos.

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Se le ve disfrutar, haciendo mejores a sus compañeros. Uno de los beneficiados es Sean McDonnell, con quien me consta que guarda una gran amistad. ¿Tuvo algo que ver con su fichaje? ¿Le convenció para venir aquí?

—Es muy importante en un base que a tus compañeros les guste jugar contigo. Creo que es una de las cosas más importantes.

En lo que a Sean respecta, jugamos juntos en Palma e hicimos un muy buen año como equipo. Tenemos una muy buena relación porque es un chico increíble. Cuando se dio la posibilidad de que viniera, el entrenador me preguntó por él y yo le fui muy honesto. Le hablé muy bien porque era lo que realmente pensaba y sentía. ‘Zamo’ confió en mí y creo que nos está ayudando muchísimo, dando un muy buen nivel.

Entonces, McDonnell le debe agradecer a usted el hecho de haber recalado en la Isla.

—(Risas) Puede ser que sí. Tal vez me pague una cena a final de temporada.

Precisamente con McDonnell en Palma estuvo a las órdenes del gran Pepe Laso. ¿Es el entrenador que ha logrado sacar su mejor versión?

—Pepe tiene mucha parte de culpa del paso adelante que di como jugador en Palma. Por muchos motivos. Primero, por la importancia que él le da a la mejora individual y a cada día trabajar muchos conceptos. Después, también un poco la mentalidad, porque él me hizo ver que podía jugar en categorías superiores y ser ambicioso. En este sentido, Pepe me ayudó mucho y seguramente sea una pieza clave en mi carrera.

Volviendo al presente, hábleme del otro estadounidense del equipo, Jalen Cone, con quien se le ve muy compenetrado. ¿Esa química surge de forma natural?

—Sí, forma parte del proceso. Ahora estamos jugando muy bien y él es una pieza muy clave, porque está aprendiendo muy rápido: cuándo debe tirar, cuándo tiene que pasarla, cuándo están encima de él y puede liberar a un jugador... Hablamos mucho en la pista. Le intento ayudar en muchas cosas porque es su primer año como profesional fuera de Estados Unidos y no es fácil. Pero es un jugador muy inteligente y superhumilde, que escucha muchísimo tanto al entrenador como a los compañeros y que tiene muchas ganas de aprender. Es un muy buen jugador de equipo y estamos supercontentos con él, nos ayudamos el uno al otro y al equipo en general.

Sobre todo dentro, aunque también fuera de la pista, se le ha visto discutir mucho con Zamora sobre aspectos del juego. ¿Le gusta hablar de la táctica? ¿Se ve como entrenador en un futuro?

—’Zamo’ y yo hablamos bastante de baloncesto. Seguramente, el base sea quien más habla con el entrenador y bueno, sí me gusta mucho pensar en básquet y hablar de la táctica. Él es un enfermo, está todo el día estudiando baloncesto, mirando de qué forma se puede mejorar. Nos conocemos desde hace muchos años y tenemos mucha confianza. A veces dialogamos y otras nos enfadamos (risas), porque yo también tengo mi carácter.

Lo de ser entrenador es algo que está en la recámara y pienso mucho en ello, pero a la vez es una profesión muy difícil y más cuando como jugador vives con la incerteza de que, cuando haces una mala temporada, tal vez no puedes decidir dónde quieres estar. En el caso del entrenador te diría que es algo más acentuado, porque cuando las cosas no van bien, pues acabas fuera. Pero sí, lo tengo muy presente y es algo que me gustaría, pero no lo sé 100% aún. Es una posibilidad porque me gusta ver y pensar en básquet.

Después de 9 años en la cantera del Barça, ha estado en un sitio nuevo cada temporada. ¿Le gustaría reencontrarse con esa estabilidad? ¿Es Menorca un buen sitio para ello?

—Siempre he intentado tener un sentimiento de pertenencia en los lugares en los que he estado. Aún soy joven y estoy a tiempo de estar unos cuantos años en el mismo sitio y me gustaría sentirme mucho más integrado. ¿Si será aquí? No lo sé. Hay muchas circunstancias en la vida de un jugador. Ya se verá a final de temporada qué es lo mejor para el club y para mí. No es momento de pensar en ello, pero está claro que estoy muy a gusto aquí.

El cuestionario

  • Un ídolo. Manu Ginóbili
  • Un recuerdo deportivo. La Euroliga júnior con el Barça en 2016
  • Un compañero. Aleix Font (Leyma Coruña)
  • Un entrenador. Aíto García Reneses
  • Un plato de comida. Arroz con marisco
  • Un rincón. Playa de Es Caragol (Mallorca)
  • Un grupo. Love of Lesbian
  • Un libro. La saga de «La Reina Roja»
  • Una película. «El Indomable Will Hunting»
  • Un deseo. Poder seguir jugando a básquet hasta que me den las piernas