«Muchos afganos nacen y mueren en guerra, sin saber qué es la paz», así ha arrancado este jueves la escritora y activistaNadia Ghulam la ponencia que ha dado en Palma, bajo el título Mujeres de Afganistán: Reflexiones a través de palabras e imágenes; en la que ha contado su historial personal y los periplos por los que pasó para llegar a España como refugiada.
Ante un nutrido público, entre los que han estado la presidenta del Govern, Marga Prohens; la consellera de Famílies i Afers Socials, Catalina Cirer; el conseller de Educació i Universitats, Antoni Vera; y cerca de un centenar de alumnos de cuarto de Secundaria del Sant Josep Obrer, el IES Son Pacs y el Sureda i Blanes; Ghulam ha impartido la charla enmarcada en el Programa de Centros Educativos para la Ciudadanía Global y Transformadora de la Dirección General de Cooperación e Inmigración balear.
La presidenta Marga Prohens y los consellers Antoni Vera y Catalina Cirer.
Así, ha ofrecido un recorrido por sus vivencias, comenzando por su infancia, cuando fue víctima de un bombardeo en su ciudad natal Kabul. «Hasta los 8 años pensaba que la guerra era algo lejano. Era de noche, había invitados en casa que habían venido a cenar. Mi madre había preparado té y yo la esperaba en el cuarto de mi hermano para que me diera algún dulce, cuando me cayó una bomba», recordó. «Me pasé dos años en coma, de un hospital a otro. El gobierno talibán tomó el control mientras yo estaba hospitalizada. Mataron a mi hermano de 15 años».
A los 10 años, un día Ghulam decidió salir a la calle vestida de hombre. Acabó haciéndose pasar por su hermano una década para sobrevivir bajo el régimen: «Mientras las mujeres tenían que ir con burka, yo pude traer comida y dinero a casa, haciéndome pasar por un hombre. Como mujer no podía ser libre». Durante mucho tiempo ella y su familia fueron refugiados en su propio país, viviendo en campamentos. Hasta que en 2006, con 21 años, llegó a Barcelona, con un asilo por tratamiento médico: «He pasado por 21 operaciones». La acogió un matrimonio catalán que según ha explicado le devolvió «la esperanza en la humanidad». Al principio de su llegada a España, Ghulam estaba llena de recelos y desconfianza. Sin embargo, en 2007, estuvo en una manifestación por la paz que le hizo ver que «no era la única niña afgana que rezaba por la paz».
Su familia de acogida le brindó las herramientas que no tenía en Kabul. Así, pudo aprender catalán y formarse para convertirse en lo que es a día de hoy, educadora social y una escritora que ya cuenta con siete publicaciones, entre novelas y cuentos infantiles. Una de las más conocidas es El secreto de mi turbante (2020), en el que habla de los años que pasó ‘disfrazada’ de su hermano. Una obra que actualmente es lectura recomendada en muchos centros escolares de las Islas y Cataluña. Además, como activista de los Derechos Humanos, ha creado su propia organización para ayudar a otras mujeres y niñas en situación de vulnerabilidad, especialmente en Afganistán. «En mi país hay un dicho: por muy alta que sea la montaña siempre hay un camino por que cruzar. Por eso cree Ponts per la Pau [su entidad]».
A la charla ha acudido cerca de un centenar de alumnos.
Gracias a la asociación las mujeres afganas pueden acceder a la educación, aprender a leer y escribir: «Las escuelas tienen la apariencia de que son para aprender costura, por eso cuando vienen a vigilar [policía talibana] las mujeres cosen; pero cuando se van, sacan sus libros y cuadernos», ha explicado. Durante su charla, también compartió con el público imágenes de su ciudad antes y después de la guerra, así como otras de la sociedad de antaño. Una de las más significativas fue la de un grupo de mujeres de antes de la primera llegada de los talibanes en la que lucían una estética occidental. La fotografía contrastó con otra más actual, donde otras mujeres estaban completamente tapadas por un burka.
Por otro lado, ha hablado de la importancia de explicar estas realidades: «A pesar de que es muy difícil para mi revivir mi historia, veo que es muy necesario explicarla por el bien de nuestra convivencia comunitaria». También ha subrayado el dolor de los que están alejados del conflicto por que han conseguid huir: «Sufrimos porque nuestros seres queridos están allí. Pienso en que tengo comida pero no sé si mi madre tiene; tengo educación, pero mi hermana no. La sensación de culpa no te deja vivir».
1 comentario
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Qué hacemos? nos los traemos a todos para acá? o intentamos hacer allí una democracia para que luego digan que queremos sus recursos naturales?