Miquel Oliver, decano de la Facultad de Educación de la UIB. | M. À. Cañellas

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La facultad de Educación de la Universitat de les Illes Balears (UIB) puso en marcha en el año 2021 una prueba de acceso especial para su alumnado. El modelo pionero en España al introducir, además de dos pruebas escritas, una práctica oral en grupo, comienza a dar sus frutos. Desde su implantación las notas de corte han subido un punto y medio. A finales del presente curso escolar se graduará la primera promoción que se sometió a este escrutinio. El Ministerio de Educación negocia ahora con los sindicatos extender el modelo a todas las universidades de España. El decano Miquel Oliver analiza el fenómeno.

¿Cuándo y por qué deciden poner en marcha una prueba de acceso para los futuros maestros?
−Nuestra intención era mejorar la formación inicial del profesorado. No fue una decisión que se tomara a la ligera sino el resultado de una investigación que duró tres años. Revisamos más de 200 artículos científicos para definir cuál sería el modelo. Identificamos elementos de mejora e iniciativas punteras a nivel nacional e internacional, en Cataluña, en Reino Unido, en Finlandia... y analizamos cuál era nuestra situación en Baleares. A partir de ese trabajo, con la participación de los maestros y maestras en activo (que son nuestros tutores de prácticas) y también con la colaboración de profesores universitarios, identificamos 88 medidas a implementar, una de ellas era la prueba de admisión. Todos los participantes consideraban que era un cambio prioritario aunque no ha sido el único. Hemos modificados metodologías docentes, hemos ampliado las formación práctica que ahora se hace desde primer curso....

¿En qué consisten las pruebas de admisión?
−Por una parte hay una prueba cognitiva de competencia comunicativa y razonamiento crítico que valora atributos en lengua castellana y catalana y otra de competencias logicomatemáticas. Muchas de esas competencias del currículum son muy elementales, pero son totalmente competenciales. Las preguntas a las que se tiene que enfrentar el alumno se han trabajado incluso en los últimos años de primaria, pero requieren haber seguido dominando esos conocimientos durante toda la escolaridad, son competencias que se requieren para la vida misma. La prueba piloto y las posteriores están disponibles en nuestra web.

Se inspiraron en más de 200 artículos y en experiencias de otros centros, ¿Qué tiene de pionero su modelo?
−Esas prueba cognitivas ya se hacían en otros centros en Cataluña. Las nuestras son equivalentes. La diferencia es que consideramos que las pruebas orales que combinan atributos cognitivos y no cognitivos debían ser fundamentales. Estudiamos un modelo implantado en Finlandia que es muy interesante y que no nace de la educación sino que proviene de las pruebas de admisión del grado de Medicina. Cinco parejas hacen minientrevistas a cada candidato. Finalmente nos decantamos por un modelo de entrevistas grupales. Dan bastante resultado porque permiten detectar atributos de capacidad comunicativa en equipo como son el de respetar, sumar opiniones, crear conocimiento colectivamente… Son componentes que luego trabajamos mucho en las competencias del grado. Primero los aspirantes nos mandan un pequeño video no editado en el que se presentan y explican los motivos por los que quieren ser maestros o profesores. Luego se les convoca a debatir durante 20 minutos en grupo sobre un tema relacionado con la educación, por ejemplo los deberes en la escuela, siempre es un tema de actualidad. Eso les coloca en una situación en la que tienen que saber opinar, intervenir, escuchar… Valoramos capacidades cognitivas y no cognitivas ante un tribunal formado por un maestro en ejercicio en Baleares y un profesor del grado de Infantil o Primaria.

Uno podría pensar que, a diferencia de la prueba oral, esta puede ser más subjetiva.
−Es verdad que evidentemente se puede pensar, pero detrás de esa prueba hay un trabajo de tres años. Está basada en la investigación. Hemos ido mejorando y empezamos a tener una experiencia que permite trabajar de la manera más objetiva posible. Somos estrictos en la manera de hacerlo. Por eso los casos no solo se discuten por la pareja que forma el tribunal. Si hay alguno dudoso se analizan en equipo. Lo cierto es que los alumnos suspenden más en la prueba escrita, aunque en la oral hemos detectado personas que no es conveniente que se expongan a una profesión que quizá no es la más adecuada.

¿Cuántos suspenden?
−El año con más suspensos en la fase oral fue el 2022. Aprobaron 428 y suspendieron 25. Los otros años siempre hemos tenido seis o siete suspendidos. Normalmente aprueban entre 400 y 470 alumnos. Una de las cosas que hemos visto es que las pruebas tienen un efecto disuasorio. Es algo que se observa a nivel internacional. Antiguamente todo el mundo tenía claro que la del maestro era una profesión vocacional y ahora quizá necesitan que les provoquen a pensar si realmente es lo que quieren ser. Las solicitudes en primera preferencia han bajado un 18,6 % y sin embargo ahora llenamos y antes no. Son de más calidad porque la gente sabe a qué viene. Antes la gente se apuntaba (como ocurre en muchos grados) sin reflexionar si realmente era o no su vocación. Ahora ninguno de mis alumnos tiene esa duda. Son personas que tenían clarísimo que querían ser maestros, con una implicación y una vocación claras.

Al empezar esta entrevista pensaba que la prueba de acceso se puso en marcha porque sus alumnos llegaban con poco nivel. Ahora dudo, ¿faltaba nivel o faltaba motivación?
−Hay un problema de nivel que creo que es general, no solo afecta a los alumnos que estudian en nuestra facultad, aunque también era una cuestión de motivación como dices. Hay que tener claro que has elegido una profesión que es de servicio a la comunidad. Servir a la comunidad implica un compromiso y una manera de trabajar que va más allá de lo individual. Pasa por trabajar colectivamente con los compañeros y con la comunidad educativa. Los alumnos tienen que saber qué es servir a la comunidad y lo que significa la profesión con los cambios que se están produciendo. Tendrán que reinventar la educación que necesite la sociedad del mañana.

Y sin embargo sus alumnos son producto de los maestros que les formaron. ¿Dónde ha fallado la cadena?
−Es cierto que no podemos decir que el alumnado en general tenga un excelente nivel, hay carencias. Hay bastante acuerdo entre profesionales universitarios, existe una preocupación porque el nivel está bajando. En unos grados tan importantes como los nuestros en los que se forma a los maestros que servirán de modelo a los futuros ciudadanos que luego acaban estudiando estos u otros grados, todo tiene que estar muy cuidado. Es un debate que nos sobrepasa. Es un problema también social que va más allá del ámbito educativo. Estoy convencido. En la escuela obligatoria y postobligatoria hay excelentes profesionales. Se está trabajando bien, pero la sociedad está cambiando. Hace 30 años la influencia de la formación formal era mayoritaria. Los conocimientos estaban en la escuela y los alumnos no tenían tanta información fuera. Ahora la educación informal con todo lo que implican las redes sociales, los influencers… tiene un peso impresionante en cómo educamos o cómo se educan los jóvenes. Y no digamos ahora con la llegada de la Inteligencia Artificial. Viene un cambio que quizá no podemos ni imaginar. La profesión del maestro y del profesor de instituto, ya se está redefiniendo en estos momentos y se tendrá que redefinir más. Los docentes tienen que afrontar esta trasformación y el día a día. Es duro, porque quedan superados por las influencias externas. Además en esta comunidad tenemos los números de absentismo y abandono que todos conocemos. Lo que está ocurriendo no se puede analizar solo desde la perspectiva de la escuela, necesita también un abordaje social. Hay que trabajar con las familias desde el minuto cero y con la comunidad. Lo que se hace en la escuela se deshace cuando el alumno sale por la puerta. Lo cierto es que se puede deshacer o se puede mejorar. Las pruebas de admisión son un ejemplo de que hay que mirar lo que funciona, adaptarlo, experimentarlo y mejorarlo y no ser cobardes. Hay que ser valientes, si no estaremos estancados con la que se nos viene encima. Ahora quizá se pongan las pruebas que nosotros hacemos a nivel estatal. Solo el hecho de que exista este debate es bueno. Hay que cuestionarse constantemente. La perfección es un objetivo, nunca la llegas a tener.

Si finalmente su modelo se extiende a otras universidades evitaremos que alumnos que suspenden sus pruebas acaben formándose fuera de las Islas y volviendo luego para ejercer como maestros aquí.
−Hay un cambio de paradigma global sí. Ya hace varios años que los decanos y decanas de Educación estamos por ello, pero estaría bien que el Ministerio de alguna manera se posicionara. Es verdad que todas las universidades pueden hacerlo, pero es complicado. Aquí tenemos el lujo de ser una isla con sus circunstancias. En Cataluña su sistema funciona porque se han puesto de acuerdo todas las universidades. O lo haces a nivel de toda la comunidad autónoma o no funcionará. Nuestra sensación es que en Baleares está funcionando y un dato significativo es la nota de corte que ha subido de un 6,4 a un 7,9 desde 2019.

¿Ha bajado la tasa de abandono en sus estudios?
−Ahora mismo no disponemos de un estudio de abandono para poder hacer una comparativa. Intuyo que se tiene que haber reducido, aunque históricamente no teníamos mucho abandono.

¿Y el número de alumnos que suspenden las prácticas en las escuelas?
−Lo cierto es que ahora somos más exigentes, probablemente suspendemos más que antes. Las prácticas se tienen que puntuar de forma correcta. No son un trabajo, son una formación.