El filósofo y pedagogo Gregorio Luri. | PILAR LIBERAL

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El filósofo y pedagogo Gregorio Luri (Azagra, Navarra, 1955) considera que los alumnos de ahora son «frágiles» y se creen «con derecho a ser compadecidos», como consecuencia de un aumento de la sobreprotección familiar, que ve como «una forma de maltrato». Alerta sobre el hecho de que la profesión docente esté dejando de ser atractiva y de la necesidad de compensar el déficit cultural entre estudiantes de familias pobres y ricas. Atiende por teléfono a este diario tras intervenir este miércoles en una jornada organizada por los inspectores educativos de Baleares en Santa María.

La educación se gestiona desde la política con un planteamiento de blanco o negro. ¿Es posible lograr un equilibrio?
— Lo hacemos todos, políticos y centros; evaluamos por encima de nuestras intenciones y no por los resultados. Cuando visitas un colegio, lo primero que te explicarán es su proyecto pedagógico, que está muy bien, pero ¿y los resultados? El maximalismo del debate en términos de blanco o negro es ideológico. Por otra parte, las leyes que de verdad se han aplicado en democracia son las consensuadas entre el PSOE y los partidos nacionalistas, aunque el PP aprobara las suyas.

Ve a los alumnos como «frágiles, hipersensibles y con derecho a ser compadecidos». ¿Hace 30 años no eran así? ¿Qué cambió?
— La sobreprotección de las familias, que es una forma de maltrato. Cuando a tu hijo lo crías entre algodones le impides tener una relación con el mundo tal y como es. Las generaciones actuales son las primeras que tienen las rodillas impolutas. Tienen adultos que les supervisan todo el rato cuando deberían poder romperse pantalones, subir a un árbol, tener el riesgo de caerse y llegar sucios a casa. Todo eso frena la autonomía y el mundo laboral es complicado. Se les está engañando. Esa sobreprotección, además, va acompaña de una falta de ejercicio físico y más sedentarismo. Los niños duermen mal porque se van a la cama sin estar cansados. Y eso tiene repercusiones en su desarrollo. La higiene del sueño no es negociable; deben dormir 9 horas, si hace falta.

Y, ¿qué hay de las pantallas?
— Iban a ser la solución a todo y ahora se ven como algo terrible. Estonia, con los mejores resultados académicos de la Unión Europea, tiene todo digitalizado, y no les va mal. ¿Por qué no analizamos eso? No conozco estudios longitudinales, con muestras de población amplias, como para concluir que tienen un efecto tan negativo. Lo que está claro es que un niño no debe llevarse el móvil a su cuarto porque les devora el tiempo. Los adultos somos un mal ejemplo, siempre llevamos uno en la mano. No habrá éxito educativo sin el compromiso de las familias y, por ahora, no veo que se impliquen. Aun así, es absurdo apartar por completo las pantallas.

¿Qué requisitos mínimos debe tener un docente?
— No estamos en condiciones de poner requisitos mínimos; es un drama. La profesión está dejando de ser atractiva y faltan profesores de matemáticas y ciencias. ¿Cómo le dices a un licenciado que será más feliz dando clase en la ESO que en una empresa privada? Esto tendrá repercusiones notables a corto plazo. Además, cada año se incrementa el presupuesto que las familias que se lo pueden permitir dedican para completar la enseñanza de sus hijos. Creen que con la escuela no es suficiente, y ese un factor de desigualdad que va en aumento. Las familias pobres buscan reforzar y las ricas ampliar.

Los centros con alumnos menos vulnerables son más reacios a los cambios educativos. ¿Hay un conservadurismo pedagógico?
— No lo veo exactamente así. Lo que sí que creo es que en una situación de descenso demográfico importante las escuelas más definidas no tienen problemas de matrícula. Las familias piden transparencia. Si se incrementa la diversidad, se debe cambiar e innovar. Si un modelo funciona, no lo cambies. Es algo lógico. La palabra innovación no me gusta mucho porque lo que debemos hacer es mejorar con métodos viejos o nuevos.

¿La calidad del sistema no mejorará sin reducir la desigualdad?
— Me obsesiona cómo compensar el déficit cultural. La competencia lingüística es esencial porque si tienes poco vocabulario la lectura se te hará una montaña y renunciarás a ella, cuando es la vía para aprender. El factor vital para prever el éxito escolar es el número de libros que hay en casa. Los niños culturalmente ricos siempre hacen deberes porque en casa refuerzan lo que han visto en la escuela.