Nuria Fernández investiga en su tesis el uso de la telefisioterapia en la pandemia. | ALEX SEPULVEDA

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Baleares cuenta en estos momentos con 208 fisioterapeutas en plantilla distribuidos en los centros de salud y hospitales de referencia en las Islas. Teniendo en cuenta que en este momento hay una población de 1,2 millones de habitantes, tenemos una ratio de un especialista por cada 6.000 ciudadanos.

El sindicato de enfermería SATSE lleva años denunciando la falta de profesionales en la sanidad pública. Conseguir una cita no es fácil ni rápido. El 90 % de los fisioterapeutas de Baleares trabaja en la sanidad privada y solo un 10 % lo hace en la sanidad pública. El Govern recurre a la concertada para intentar salvar el tipo.

Nuria Gómez Molina, profesora del grado de Fisioterapia en la UIB, ha liderado una investigación sobre el uso de la videoconferencia en fisioterapia, un modelo que funcionó durante la declaración del Estado de Alarma en 2020, pero que hoy prácticamente se ha abandonado. En su tesis Factores asociados al uso de la videoconferencia en fisioterapia en las Islas Baleares: Un estudio mixto, la experta analiza las ventajas de la telefisioterapia para atender una población infradotada. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda una ratio de un fisoterapeuta por cada 1.200 habitantes, algo que a día de hoy es una quimera en las Islas.

El último recuento oficial de SATSE (de febrero de 2024) habla de que hay un fisioterapeuta por cada 23.000 habitantes en atención primaria y uno por cada 10.000 en hospitalaria. Según sus cálculos, faltan más de 840 fisioterapeutas en IbSalut lo que implicaría triplicar el número de profesionales contratados.

Prevención y promoción de la salud

En el momento en el que Gómez Molina inició su investigación en la UIB, los fisioterapeutas que trabajaban en el servicio público de salud atendían entre 14 y 30 pacientes cada día en Baleares, lo que constituía una «carga laboral considerable» que «inevitablemente incidía en la calidad de la atención». «Esta situación, combinada con la alta demanda y las extensas listas de espera, limitaba el tiempo disponible para actividades fundamentales como la prevención, la promoción de la salud y la investigación», relata la experta.

«Existía una alta demanda por parte de la población de asistencia fisioterapéutica en el ámbito privado, por lo que no es extraño que el 90 % de los fisioterapeutas trabajase en ese ámbito con una tasa de desempleo por debajo del 5 % y las cifras apenas han variado desde entonces», añade.

Nuria Fernández Molina, profesora de Fisioterapia en la UIB.
Nuria Gómez Molina, profesora del grado de Fisioterapia en la UIB.

La pandemia de la COVID-19 obligó a suspender casi toda la actividad asistencial ambulatoria y los gimnasios de rehabilitación se reacondicionaron como salas de espera o de urgencias para los contagiados. «La escasez de personal obligó a reasignar a muchos fisioterapeutas roles de apoyo para la atención urgente de pacientes especializados por coronavirus», recuerda.

En su trabajo la doctora explica cómo los fisios «encontraron en la telefisioterapia un medio para continuar atendiendo a sus pacientes». Era una «vía segura» para los profesionales, los pacientes y los familiares y se desarrollaron numerosas herramientas de telefisioterapia gratuita.

La tesis doctoral de Gómez Molina, de reciente publicación, analiza por qué el uso de esas herramientas de telefisioterapia prácticamente se ha extinguido en la sanidad pública balear, cinco años después del inicio de la pandemia, a pesar de que se demostró su validez en la prevención y educación de los pacientes en la gestión de su salud.

¿Por qué ha ocurrido algo así? La conclusión es clara, tanto los pacientes como los profesionales prefieren el contacto físico y los tratamientos basados en la terapia manual y consideran que este tipo de tratamientos son «insustituibles» de forma remota.

«Una parte creciente de los fisioterapeutas se ha especializado en el uso del ejercicio terapéutico en fisioterapia. Estas intervenciones implican planificar, programas y prescribir ejercicios adaptados a las necesidades individuales de cada paciente como parte integral de los tratamientos. Se pueden adaptar más fácilmente al tratamiento a distancia que las intervenciones ‘had on’», concluye la doctora en Fisioterapia.

Aunque los pacientes reconocen el valor del ejercicio terapéutico, tanto si se realiza presencialmente como en remoto, muestran una marcada preferencia por la primera opción. Los profesionales entrevistados sí reconocen la importancia de educar al paciente como medio fundamental para fomentar el automanejo.

Aunque durante la pandemia se usó la videoconferencia en el 42,9 % de los puestos de trabajo, «el retorno de la presencialidad en la fisioterapia ha evidenciado una tendencia generalizada a abandonar la telefisioterapia», dice Gómez Molina. Así, las inversiones realizadas y el potencial que demostraron estas tecnologías para «mejorar la accesibilidad y la eficiencia» en el tratamiento de los pacientes han quedado en el olvido.

La conclusión principal es que «a pesar de estar tecnológicamente preparados y familiarizados con el uso de estas tecnologías la gran mayoría de los fisioterapeutas no están capacitados para intervenir de forma remota». «Se limitó a ser la mejor alternativa entre las tecnologías disponibles ante la imposibilidad de continuar atendiendo presencialmente», relata la investigadora.

Paradójicamente «la población empieza a tomar un posicionamiento activo respecto a su salud» y ya se habla de un ‘boom’ de los entrenadores personales en Baleares. También aumenta el uso de aplicaciones de móvil de terapia física.