Los bosques crecen en extensión pero pierden salud.

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Baleares ha duplicado su superficie forestal desde el año 1970, pero el progresivo abandono rural, la falta de una economía de aprovechamiento forestal y el cambio climático convierten sus bosques en una bomba de relojería. Los expertos advierten de que los incendios son cada vez más frecuentes y virulentos y es necesario tomar medidas pero, a diferencia de lo que ocurre en otras comunidades autónomas, los propietarios de fincas rústicas no están obligados a realizar cortafuegos en Baleares.

Teniendo en cuenta que el 93 % de la superficie forestal de las Islas es de propiedad privada, la situación es más que preocupante. Así lo explica Joan Santana, jefe del Servei Forestal del Govern. «Hemos doblado en cincuenta años la superficie forestal. Lo que tendría que ser una buena noticia implica un aumento del riesgo para la población. Tenemos más bosque, pero a la vez tenemos un bosque cada vez más vulnerable porque arrastramos un problema grave de abandono rural. El sector primario es cada vez más reducido y precario, lo que deja el bosque abandonado a su suerte. Al tener más superficie forestal los efectos de los incendios son más extensos y también aumenta su intensidad porque los bosques se densifican por la biomasa acumulada. Este peligroso cóctel se ve multiplicado por los efectos del cambio climático que cada vez nos deja más sequías y olas de calor», advierte el experto.

En lo que va de año se han quemado más de 240 hectáreas de superficie forestal.

Baleares tiene medio millón de hectáreas de superficie de las que 223.000 son forestales lo que equivale al 44 % de la superficie de las Islas. El resto son terrenos agrícolas o suelo productivo, viviendas, carreteras…. Solo el 7 % de la superficie forestal está en manos de las administraciones públicas, ya sean el Govern, los Consells o los ayuntamientos. Eso es un problema, no solo de riesgo de incendios sino también de propagación de plagas, algunas de ellas (como la procesionaria) incluso tienen una afectación para los humanos.

La prevención de incendios forestales se centra en zonas estratégicas marcadas por el Plan de Prevención de Riesgos Forestales de Gestión Estratégica de Baleares que contempla la apertura de vías forestales y la labranza de bancales (entre otras actuaciones) para intentar evitar que centenares de hectáreas de suelo forestal acaben ardiendo. Estas zonas estratégicas pueden ser públicas o privadas.

«Los propietarios de terrenos situados en esas zonas vulnerables rara vez niegan el acceso a las brigadas que hacen las franjas de protección. La gran mayoría son conscientes y no ponen objeciones, aunque puede haber algún nuevo propietario que llegue de otros países europeos que no tenga esa cultura del riesgo interiorizada», dice Joan Santana.

La administración repasa aproximadamente cada cinco años las actuaciones previstas en esas zonas estratégicas marcadas. En caso de que hubiera que intervenir para hacer cortafuegos en zonas no contempladas en el plan sería necesario llegar a un acuerdo de colaboración pública y privada.

Algo parecido ocurre con la salud de nuestros bosques. La ley dice que los particulares tienen que cuidar fitosanitariamente sus propiedades, pero son pocos los que realmente están concienciados. «Con la llegada de combustibles como el gasoil o el butano, el aprovechamiento de los bosques se abandonó», explica Luis Nuñez, Jefe del Servei de Sanitat Forestal de Baleares.

El Banyarriquer amenaza la supervivencia de los encinares.

El Govern redobla sus esfuerzos para concienciar y asesorar a los propietarios, pero hay un desconocimiento general de la gestión de plagas en zonas boscosas. «En caso de plagas declaradas de utilidad pública la administración sí puede actuar sobre los bosques privados. Es lo que estamos haciendo ahora desde helicópteros tratando de frenar la propagación de la procesionaria en Ibiza», añade el experto.

Hay que implicar a los propietarios privados para que gestionen sus masas forestales. La clave está en consumir paisaje aprovechando recursos por una cuestión de seguridad pero sobretodo de conservación. El 44 % de la superficie de Baleares (casi el 100 % de la superficie forestal) está abandonada y no hay nada más alejado de la conservación que el abandono. Tenemos la sensación urbanita de que para conservar el bosque no hay que cortar ni un árbol, pero en ocasiones es necesario hacerlo para salvar millones de árboles. La clave está en generar una bioeconomía ligada al bosque para que el paisaje del futuro sea lo más resistente y resiliente a los incendios forestales», reflexiona el Joan Santana.

Combustible verde de kilómetro 0

¿Existe realmente una bioeconomía verde de proximidad en Baleares? «Las empresas que viven del bosque se pueden contar con los dedos de las manos. En líneas generales es un sector marginal y residual que lo tiene complicado porque apenas invierte en innovación, renovación y formación de los trabajadores. Muchos están anclados en el pasado, en el aprovechamiento de los bosques para leña y palets. El futuro está en las calderas de biomasa», dice el jefe del Servei de Festió Forestal.

En su opinión el futuro de Baleares pasa porque cada vivienda tenga su caldera de biomasa. Pone como ejemplo el aprovechamiento de los bosques que se hace actualmente para alimentar las calderas de biomasa de las piscinas de Son Hugo. «Deberíamos tener una piscina de Son Hugo en cada ayuntamiento para generar la madera que viene del bosque», concluye el experto.

Como en el caso de la salud forestal, una página web (https://xarxaforestal.org/) ofrece en abierto a la ciudadanía una radiografía actual e histórica de los busques de las Islas. Xarxa forestal está formada por un grupo de personas de distintos ámbitos que trabajan con el objetivo común de mantener los valore y funciones de las superficies forestales de Baleares.