El equipo médico realizando una cirugía bariátrica, en el Hospital de Inca.

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«Hace 20 o 30 años empecé a engordar de forma descontrolada. Nunca descubrimos el motivo real, pero eso de que dices que nunca pesarás más de 100 kilos, pues llegué». Jerónima, de 51 años, lo cuenta con humor. Es una persona que, a pesar de los problemas de su obesidad mórbida, nunca ha perdido la sonrisa, el positivismo ni las ganas de vivir.

Jerónima llegó a la consulta del doctor Carlos Jiménez, en el Hospital de Inca, «con mucha acidez». Le encontraron una úlcera en el estómago y es ahí cuando, debido a su estado de salud –la obesidad acarrea otras enfermedades–, le propusieron la cirugía. Sin embargo, no dejó de trabajar. Aunque su día a día era pesado, pues tenía dolores físicos y necesitaba descansar más que otra persona, no sentía tener una vida muy sedentaria. «Lo más duro quizá fue la parte emocional, y que sin querer la familia te machaque por el exceso de peso. Pero es cierto que nunca me he sentido juzgada», explica Jerónima en esta entrevista.

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Nos encontramos con ella en el gimnasio de CrossFit del Hospital comarcal, el primero de Baleares con un centro deportivo destinado para la prerehabilitación de pacientes oncológicos pero que, desde hace poco también, comparten espacio las personas operadas de cirugía bariátrica, como es el caso de Jerónima.

El 18 de marzo de 2024 su vida cambió. Ha perdido unos 23 kilos, de momento. Antes pesaba 123. Se está recuperando muy bien con la ayuda de la entrenadora. Este servicio, de deporte y acompañamiento, dura unos cinco meses para cada paciente. «Siento que tengo más movilidad y ya no como con ansiedad. Es cierto que siempre mi alimentación ha sido sana, pero antes ingería mucho más rápido. Ahora, no siento esto». El objetivo, prosigue, es «hacer que el deporte se convierta en un hábito».

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A Rosa, de 49 años, le costó tomar la decisión. Operarse nunca se le pasó por la cabeza, a pesar de sufrir obesidad mórbida. «Estuve tres años hasta que di el paso», comenta. Su caso no es, ni mucho menos, debido a atracones de comida o a una vida sedentaria. «Durante esos tres años, hacía ejercicio con un entrenador personal y hacía dieta. En mi caso no es porque no tuviese voluntad, sino que no bajaba de peso por mucho esfuerzo que hiciera». El doctor Carlos Jiménez descubrió que su metabolismo estaba inactivo. Por ello, la operación era la mejor solución para su tipo de enfermedad.

«El peso me provocó dolores en las articulaciones y era frustrante a nivel psicológico porque a pesar de mi fuerza de voluntad, nunca llegaba a ver resultado», rememora Rosa, que se operó el pasado noviembre y ha conseguido perder ya 32 kilos. Lo más positivo es que no ha perdido masa muscular y su metabolismo ha vuelto a activarse. «Es duro salir pero vale la pena», reconoce.

Rosa recuerda que empezó a engordar de adolescente y prosiguió después de ser madre. A todo esto, se junto un periodo corto de depresión. «La obesidad es como entra en una rueda, y llega un momento en que te rindes. No fue mi caso porque, a pesar de los dolores, salía cada día a caminar y hacía deporte».

Rosa ha contado con el apoyo total de su familia y amigos. No dejó de trabajar y perderse actividades tampoco entraba en sus planes, a pesar de sus limitaciones. «Ahora, ya puedo hacer más cosas. Siento más agilidad y más fuerza. Mi mente ya no me limita como antes. Tengo ganas de todo».

El gimnasio se ha convertido casi en una adicción. Aunque el jueves 30 de mayo finalizó los cinco meses de deporte postcirugía, acude varias veces por semana a otro centro deportivo.
«Esto es duro, porque cuando tomas la decisión tienes que hacer lo que te marca el equipo médico. No salirte de las dietas. Pero la recompensa es muy satisfactoria, tanto a nivel físico como psicológico», comparte Rosa.