Bàrbara Sansó, camarera del Blat Madur. | Marina J. Ramos

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En la última década, progresiva pero inexorablemente, se ha ido produciendo un cambio de hábito a la hora de pagar. Hay quien hasta se deja constantemente la cartera en casa y no la echa de menos. El pago con tarjeta y, en especial, con el móvil, ha ganado terreno a las monedas y billetes. Esta digitalización monetaria ha puesto en peligro de extinción la tradicional costumbre de dejar propina, ahora, residual y muy escasa. Lo notan de primera mano trabajadores del sector servicios: taxistas, electricistas, cocineros y camareros, entre otros.

«Antes te daban a lo mejor un euro, ahora, como mucho, te ofrecen redondear el precio unos céntimos, quizá unos 5 céntimos de propina», afirma Bàrbara Sansó, camarera de la cafetería Blat Madur de Palma. En el local, el 80 % de los clientes paga ya con tarjeta, «incluso para comprarte una barra de pan de cincuenta céntimos». De estos, Sansó calcula que alrededor de uno de cada diez ofrece algo de propina.

No son los únicos. Sin ir más lejos, la hija de Bàrbara Sansó trabaja en un hotel de super lujo en Deià y asegura que «también ha notado la reducción de propinas que dejan los turistas», incluso en este sector de lujo, con clientes de alto poder adquisitivo. «Por un servicio en el que les exigen mucho, a lo mejor les dejan como mucho cinco euros. Si ellos se quejan, imagínate en las cafeterías de barrio».

Un agradecimiento

Para los trabajadores de la hostelería, las propinas han sido tradicionalmente un importante ingreso a tener en cuenta. Sin embargo, el cambio de tendencia que se viene acentuando en los últimos años, las ha reducido notablemente, hasta convertirlas en algo muy ocasional y simbólico. En este sentido, la camarera del Blat Madur recuerda: «Para nosotros, que nos dejen algo, aunque sea pequeño, es un gesto de agradecimiento por el buen servicio prestado. Nos esforzamos cada día en mostrar nuestra mejor cara ante el cliente, en mantener una breve charla, en conectar con ellos, no solo en servirles un café. Es mucho más que eso y es con la propina con lo que se demuestra. Aunque dejen dos céntimos, ya se agradecen».

La propuesta de sugerir la propina en la factura, y que no pase desapercibida ante la cifra del datáfono, de momento no la llevan a la práctica los negocios de barrio. Se percibe entre algunos clientes como una forma fría y un tanto impuesta, pero tampoco descartan por completo su implantación en los próximos años.